Independiente suma triunfos y buen juego, y se ilusiona antes de un examen muy complejo
El Rojo celebró su tercera victoria al hilo y llega como líder del grupo B al clásico contra River
Una, dos, y tres. Independiente inició el año gritando fuerte en las tres fechas iniciales y su gente se frota los ojos. Esta vez su víctima fue Gimnasia, que cayó por 2-0 en el Bochini después de un partido entretenido y vibrante. Muy buenas actuaciones individuales, un arquero eficaz y destellos de un funcionamiento aceitado y, por momentos de alto nivel, compusieron un cóctel que hizo cantar y gozar a su gente.
Después de su muy buena presentación en la fecha inaugural y de una exquisita definición ante Talleres que valió un agónico triunfo en el estadio Kempes, el hincha del Rojo anhelaba ver en la alineación titular a Luciano Cabral, y Julio Vaccari le dio el gusto. Mandó al número 10 a la cancha, desplazando a Lautaro Millán a la derecha para no renunciar a la estructura básica que mantiene casi inalterable desde que asumió su cargo: un 4-3-3 algo mentiroso, porque desafía la falta de punteros naturales para ocupar las alas y acaba siendo una especie de 4-2-3-1, que gana en elasticidad si uno de los dos volantes centrales es Felipe Loyola.
Figura indispensable en la levantada del Rojo durante el segundo semestre de 2024, el mediocampista de la selección chilena es un jugador clave en el engranaje que pretende Vaccari entre defensa y ataque. Porque es el encargado de colaborar con Iván Marcone en la recuperación en el medio, pero fundamentalmente es el eslabón ideal para enhebrar los pases que lleven hasta el área de enfrente. Y más que eso, el encargado de aparecer suelto y por sorpresa en los últimos metros del arco rival.
En la primera mitad, si bien Cabral arrancó varios aplausos a base de pisadas, cambios de frente y ejercicios de cobertura de balón, el termómetro de Independiente y del partido lo manejó Loyola.
Lo mejor de la victoria del Rojo
El local se había puesto rápidamente en ventaja, más allá de que en el arranque Gimnasia había arrimado peligro en un par de ocasiones. A los 10 minutos, Pablo Echavarría indicó penal en un centro de Millán que chocó con el brazo de Gastón Suso. El defensor hizo lo imposible por evitarlo, el rebote no parecía cumplir con los criterios suficientes para ser cobrado, pero Yamil Possi, el inexperto árbitro del ascenso a cargo del VAR avaló la sanción, y Gabriel Ávalos acomodó la pelota con categoría junto al palo derecho.
A partir de ese momento y hasta el descanso, si bien no hubo mayores aproximaciones, al margen de un gol anulado por fuera de juego a Kevin Lomónaco, el Rojo controló el juego a favor de la ubicuidad de Loyola, la seguridad de los dos centrales, el retroceso de Millán y Diego Tarzia por afuera y la sabiduría de Iván Marcone.
El Lobo llegó a Avellaneda arrastrando sus infinitos problemas. Con cinco derrotas al hilo si se suman las últimas tres fechas del año pasado, con un entrenador interino (Fernando Zerinatto debutó como técnico en Primera antes que en la reserva, su puesto original) y una crisis general en la institución. Sin embargo, Gimnasia fue un hueso durísimo, con un rendimiento muy por encima de los antecedentes más recientes.
Dejó buenas sensaciones el Tripero en la segunda mitad, obligando a Rodrigo Rey a un par de intervenciones decisivas para evitar el empate (disparo de Lautaro Morales desde afuera y mano a mano luego de una exquisitez de Lucas Castro) y solo le dio la espalda al partido cuando quedó dos goles abajo.
El Rojo tuvo sus mejores momentos a la vuelta del descanso. Encuentros a un toque de una banda a otra de la cancha, con apariciones deslumbrantes de Cabral, Tarzia y Millán a las que les faltó el punto final. Y acabó sentenciando el partido a diez del final merced a la fe del colombiano Álvaro Angulo, que habría ingresado unos minutos antes, para capturar un error de Fabricio Corbalán.
Independiente arrancó el 2025 a todo vapor, con tres victorias, puntaje ideal, ráfagas de juego de alta calidad y un caudal de confianza que contrasta con lo visto y vivido en los últimos años. La semana que viene lo espera el Monumental, una cancha que suele resultarle “maldita”. El River de Marcelo Gallardo será una prueba interesante para evaluar hasta dónde ha crecido este Rojo que entusiasma.