La amiga Maribel de Ojete Calor se llama Pepa, y convertirse en actriz a los 70 años le cambió la vida
Pepa Cortijo se hizo popular por un videoclip del grupo musical de Carlos Areces y Aníbal Gómez, pero antes ya había protagonizado varios cortos. Ahora estrena su primera película, 'Bodegón con fantasmas'Laura Weissmahr, la gran revelación de 'Salve María': “Lo que te pones en una alfombra roja es algo político” La primera vez que Pepa Cortijo se vio en pantalla grande, en el festival Abycine de Albacete, se puso a llorar. Nunca se había visto así. “Luego la gente se hizo fotos conmigo y dije, ‘virgen de la Luz Bendita’. Me encanta. Mi vida cambió. Solo podía pensar en hacer otro corto”, recuerda. Ahora se encuentra a punto de estrenar su primera película, Bodegón con fantasmas, tres historias que mezclan lo fantástico con el realismo cañí. Lo hace con el mismo director que un día la encontró en la Asociación de Amas de Casa Parquesur de Albacete. Enrique Buleo buscaba mujeres normales, señoras que el cine no suele representar, y conoció a Pepa, que con más de 70 años descubrió la interpretación. Luego llegaron el segundo corto y el tercero, siempre de la mano de Buleo. Porque aunque aquella experiencia la transformó, nunca se planteó hacer cursos o teatro amateur. Esperaba la llamada de su descubridor, que le prometió que siempre se acordaría de ella cuando hiciera una película. No mintió. De aquella vez que se vio en una pantalla enorme recuerda “esa cara de pena” que dicen que siempre lleva. Es seria, pero tiene retranca, mucho humor y sabe reírse de sí misma. Quizás por eso cuando Ojete Calor (grupo formado por los actores Carlos Areces y Aníbal Gómez) buscaba a una mujer de su edad para el videoclip de Qué bien tan mal, su amigo Enrique Buleo no se lo pensó y les dio su contacto. Ahí ocurrió un fenómeno de cambio de nombre. Ojete Calor centraron toda su canción en el personaje que interpretaba ella en el videoclip, su amiga Maribel, que siempre presume de todas las cosas malas que le pasan, de sus enfermedades. La típica persona que parece que disfruta con que las cosas no le vayan bien. “Mi amiga Maribel tiene la teoría de que mal es bien”, comenzaba la canción que publicó su videoclip el 7 de abril de 2017. Ahí estaba Pepa, ahora Maribel, al lado de Areces y Gómez, con cara seria, convirtiéndose en un personaje que le daría la fama. Ahora la gente la llama Maribel, la para por la calle y le pide fotos. Ella responde aunque ese no sea su nombre real, pero no le importa, disfruta con el cariño de la gente. Eso sí, luego lo aclara: “Yo digo: sí soy Maribel, pero mi nombre es Pepa. Pero me da igual, me gusta hacerme fotos con todo el mundo”. Reconoce que no sabía “quiénes eran esos muchachos” ni que tuvieran tanto éxito, y rompe su rostro serio y se parte de risa cuando recuerda las pintas con las que aparecieron el día del rodaje del videoclip. “Mira, cuando los veo vestidos así…”, dice y tiene que parar para soltar una carcajada. “Les dije, pero hijos míos, dónde vais, y ya me dijeron que es que van vestidos así para las actuaciones”. Aunque no tenía ni idea de quiénes eran se dio cuenta pronto de que eran muy conocidos. La gente les pedía autógrafos y se sacaban selfis con ellos, como poco después le pasaría a ella, ya convertida en Maribel para todos. Ahora Carlos Areces y Aníbal Gómez son dos amigos y ella ya se ha escuchado todas sus canciones. El cariño que tienen a Pepa/Maribel y cómo se ha convertido en un icono dentro del cancionero del subnopop de Ojete Calor se confirma cuando uno va a uno de sus conciertos, donde siempre la invitan. Pepa saluda a Pedro Almodóvar en el concierto de Ojete Calor del pasado diciembre Allí la gente corea su nombre. El falso. En el último que dieron en el Wizink Center la sorpresa fue mayúscula. Ojete Calor había preparado una tuna para ella. La subieron a una escalera, recibió una ovación como las grandes estrellas y vio cómo cantaban su canción delante de miles de personas. Ella no sabía nada de
Pepa Cortijo se hizo popular por un videoclip del grupo musical de Carlos Areces y Aníbal Gómez, pero antes ya había protagonizado varios cortos. Ahora estrena su primera película, 'Bodegón con fantasmas'
Laura Weissmahr, la gran revelación de 'Salve María': “Lo que te pones en una alfombra roja es algo político”
La primera vez que Pepa Cortijo se vio en pantalla grande, en el festival Abycine de Albacete, se puso a llorar. Nunca se había visto así. “Luego la gente se hizo fotos conmigo y dije, ‘virgen de la Luz Bendita’. Me encanta. Mi vida cambió. Solo podía pensar en hacer otro corto”, recuerda. Ahora se encuentra a punto de estrenar su primera película, Bodegón con fantasmas, tres historias que mezclan lo fantástico con el realismo cañí. Lo hace con el mismo director que un día la encontró en la Asociación de Amas de Casa Parquesur de Albacete. Enrique Buleo buscaba mujeres normales, señoras que el cine no suele representar, y conoció a Pepa, que con más de 70 años descubrió la interpretación.
Luego llegaron el segundo corto y el tercero, siempre de la mano de Buleo. Porque aunque aquella experiencia la transformó, nunca se planteó hacer cursos o teatro amateur. Esperaba la llamada de su descubridor, que le prometió que siempre se acordaría de ella cuando hiciera una película. No mintió. De aquella vez que se vio en una pantalla enorme recuerda “esa cara de pena” que dicen que siempre lleva. Es seria, pero tiene retranca, mucho humor y sabe reírse de sí misma. Quizás por eso cuando Ojete Calor (grupo formado por los actores Carlos Areces y Aníbal Gómez) buscaba a una mujer de su edad para el videoclip de Qué bien tan mal, su amigo Enrique Buleo no se lo pensó y les dio su contacto.
Ahí ocurrió un fenómeno de cambio de nombre. Ojete Calor centraron toda su canción en el personaje que interpretaba ella en el videoclip, su amiga Maribel, que siempre presume de todas las cosas malas que le pasan, de sus enfermedades. La típica persona que parece que disfruta con que las cosas no le vayan bien. “Mi amiga Maribel tiene la teoría de que mal es bien”, comenzaba la canción que publicó su videoclip el 7 de abril de 2017. Ahí estaba Pepa, ahora Maribel, al lado de Areces y Gómez, con cara seria, convirtiéndose en un personaje que le daría la fama.
Ahora la gente la llama Maribel, la para por la calle y le pide fotos. Ella responde aunque ese no sea su nombre real, pero no le importa, disfruta con el cariño de la gente. Eso sí, luego lo aclara: “Yo digo: sí soy Maribel, pero mi nombre es Pepa. Pero me da igual, me gusta hacerme fotos con todo el mundo”. Reconoce que no sabía “quiénes eran esos muchachos” ni que tuvieran tanto éxito, y rompe su rostro serio y se parte de risa cuando recuerda las pintas con las que aparecieron el día del rodaje del videoclip. “Mira, cuando los veo vestidos así…”, dice y tiene que parar para soltar una carcajada. “Les dije, pero hijos míos, dónde vais, y ya me dijeron que es que van vestidos así para las actuaciones”.
Aunque no tenía ni idea de quiénes eran se dio cuenta pronto de que eran muy conocidos. La gente les pedía autógrafos y se sacaban selfis con ellos, como poco después le pasaría a ella, ya convertida en Maribel para todos. Ahora Carlos Areces y Aníbal Gómez son dos amigos y ella ya se ha escuchado todas sus canciones. El cariño que tienen a Pepa/Maribel y cómo se ha convertido en un icono dentro del cancionero del subnopop de Ojete Calor se confirma cuando uno va a uno de sus conciertos, donde siempre la invitan.
Allí la gente corea su nombre. El falso. En el último que dieron en el Wizink Center la sorpresa fue mayúscula. Ojete Calor había preparado una tuna para ella. La subieron a una escalera, recibió una ovación como las grandes estrellas y vio cómo cantaban su canción delante de miles de personas. Ella no sabía nada de lo que iba a ocurrir. Su hijo y su nieto, que tiene 24 años, fueron los cómplices. “Cuando vi aquello tuve que llorar. Exploté. No me esperaba eso. Ver a todo un estadio diciendo Maribel. Viendo que me conocían. Fue tan bonito… es que me emocioné”, dice de aquel día. Eso sí, para continuar con la interpretación, Pepa salió en camilla y con otra ovación, porque ella presume de que mal es bien. Entre bambalinas conoció a Miguel Ríos y a Pedro Almodóvar, y se hizo fotos con ellos
El detalle de la camilla, aunque parezca una boutade más del grupo, es un guiño al anterior concierto, donde también acudió Pepa, pero lo hizo en silla de ruedas. Llevaba tiempo esperando una operación de cadera que no llegaba. Poco antes del concierto, la mujer de un primo suyo fue operada de lo mismo “y se quedó en la operación”. No se lo quisieron decir para no asustarla, pero cuando se enteró lo tuvo claro.
“Le dije a mi hijo, llama a Aníbal y dile que nos vamos para Madrid. Mi marido me dijo que estaba loca, yendo con la silla de ruedas, pero me dio igual, es que iba a ir, porque pensé, ¿y si me pasa lo mismo que a la Pepi? Pues al menos me voy al concierto, así que me presenté en Madrid y cuando me vieron les dio mucha alegría, dieron gritos al verme. Me iban a poner con una figura de cartón, pero claro, lo que quería la gente era verme a mí”, confiesa. Cuando la gente la vio con la silla de ruedas pensaron que era parte de su papel, pero esa silla de ruedas era real y era una muestra más de que a Pepa participar en aquel corto le cambió la vida.
Cuando menciona a su marido se pone triste. Él la animó a atreverse a ser actriz. “Me decía, madre mía qué bien lo haces, como siempre has sido tan guapa… por eso me casé contigo”, dice y se le humedecen los ojos. Hace dos meses, falleció. No pudo ver la película terminada. “Él lo disfrutaba muchísimo, se venía siempre conmigo”, recuerda y vuelve a subrayar cómo siempre la empujó para que disfrutara de su nueva faceta como actriz: “Cuando Carlos y Aníbal vinieron a la Roda este verano a dar un concierto, él ya estaba ingresado y me dijo: tú no los dejes, vete con ellos. Te vas esta noche y que se quede un hijo conmigo, que está solo a media hora y no puedes dejar a esos muchachos colgadicos. Y me fui”.
Cuando vi lo que pasó en el Wizink tuve que llorar. Exploté. No me esperaba eso. Ver a todo un estadio diciendo Maribel. Viendo que me conocían. Fue tan bonito…
Seguramente nunca imaginó que también acabaría dando una charla el día de la mujer, el 8M: “Una psicóloga, que es la hermana de un muchacho de Abycine [el festival de cine de Albacete] me dijo que la gente decía que las mujeres como yo, que ya tenía casi 70 años, no servíamos para nada y se acordó de mí, porque aunque digan que las mujeres a esa edad somos trastos viejos, a mí a esa edad me ha cambiado la vida, así que ahí me fui a hablar con las mujeres, a contarles mi experiencia con el cortometraje”.
“Me preguntaban mucho por lo que había opinado mi marido, y yo les contaba que él estaba contentísimo, porque él había sido camarero toda la vida, y aunque hemos convivido muchos años, ha sido más desde que se jubiló en la pandemia. Cuatro años que hemos vivido juntos, paseando, yendo de compras… con mis cuatro hijos ya grandes. Ellos me dicen que disfrute todo. Cuando he venido para Madrid a esta entrevista me ha dicho uno: ‘disfrútalo’, ¡y me ha dado unos besos y abrazos!”, dice orgullosa. Hasta que llegó lo de ser actriz solo había viajado a Valencia recién casada.
Ahora, mientras llega una nueva aventura en el mundo del cine plantea escribir sus memorias. Contará cómo se enamoró del amigo que su hermano hizo en la mili. Cómo este esperó dos años a que ella fuera mayor de edad y cómo el matrimonio le hizo escapar de una casa donde su padre no le dejaba mucho margen de libertad. No le gustaba ni que fuera a las fiestas de los pueblos con sus amigas, pero ella lo lograba. “Éramos ocho y nos decían ‘Las magníficas’. A donde íbamos bailábamos en fila y siempre estábamos juntas. Ahora nos faltan dos”, rememora valorando el paso del tiempo.
Pasó toda su vida dedicada a los cuidados. Primero de sus hijos, luego de sus padres, y el cine llegó en el momento justo. Pero aunque le haya regalado experiencias inolvidables ―todavía se emociona cuando se acuerda del día que la maquillaron al lado “del que hace de alcalde en la novela de Puenteviejo”―, su día a día sigue siendo el mismo. Con sus amigas en la asociación, haciendo yoga, bordando y quedando para tomar café en el mismo sitio donde lo ha hecho toda su vida. Esperando que alguien vuelva a saludarla como Maribel para que ella le diga educadamente, “sí, soy yo, pero me llamo Pepa”.