Trump y Francisco, parte II

Juan Pablo II murió convencido de que la Virgen María desvió la bala que casi acaba con su existencia. Después que otro disparo tiñó de sangre su oreja, Donald Trump interpretó que Dios le encomendaba la misión de salvar a su patria. Cuando un periodista preguntó a George W. Bush cuál era su filósofo, respondió: “Jesús, porque cambió mi vida”. Lo que más recordó Alcide de Gasperi de su visita a Estados Unidos fue una inscripción en Arlington, en la tumba del soldado desconocido, “desconocido por todos, pero no para Dios”.Las invocaciones religiosas, frecuentes en la política norteamericana de un modo que nos llama la atención a los argentinos, no siempre revelan coherencia, sino una suerte de esquizofrenia, porque las apariencias suelen diferir de la realidad. La religión está muy presente y se invoca a Dios en las escuelas… donde se inculca el wokismo. Las palabras no siempre se corresponden con los hechos. La religiosidad no asegura una coherencia con las decisiones políticas.El expresidente de los Estados Unidos Joe Biden es católico y amigo del papa Francisco, lo cual no le impidió sostener una postura inversa sobre el aborto. El protestante Ronald Reagan fue, en cambio, un defensor de la vida. John Kennedy, el primer presidente católico, en su afán de deshacer prejuicios, fue prescindente de su fe y el mismo Trump no puede exhibir unas credenciales impecables en la materia.¿Cuál es el panorama en esta nueva edición de su periplo presidencial? Todo parece indicar que no habrá una gran diferencia con la primera, surcada de tensiones por diferencias con las posiciones de la Santa Sede, como en la inmigración y el cambio climático. Sin embargo, las administraciones republicanas han sido, en líneas generales, más pacíficas en política exterior, un tema harto sensible para Francisco.En este segundo acto debe advertirse una novedad que conviene tener en cuenta para evaluar los acontecimientos y esta es la presencia de James David Vance, el primer vicepresidente republicano católico. Aunque la profesión religiosa como hemos visto no significa demasiado, Vance es un converso consciente de su fe.El nuevo vicepresidente, un posliberal crítico de la tradición conservadora, pero también de los libertarios, es un referente de las clases medias del Midwest (Medio Oeste). Él suscribe las opiniones de su jefe político, incluso la construcción del muro limítrofe con México, que fue duramente criticado por el Pontífice, pero sus suegros son inmigrantes provenientes de la India.Convertido después de un período de descreimiento, Vance dice haber recibido una influencia de San Agustín y su tesis doctoral versó sobre el jesuita John Courtney Murray, uno de los más importantes teólogos norteamericanos. Murray buscó reconciliar a la Iglesia con las formas democráticas de su país y adelantó las tesis sancionadas en el Concilio Vaticano II sobre libertad religiosa, al costo de haber sido acusado de hereje como Francisco, a quien buena parte del ambiente católico norteamericano le endilga el mismo sambenito.Los viejos y nuevos conservadores tienden a identificar a la Iglesia con el mundo occidental, reduciendo su independencia de las culturas y su carácter universal (católico significa precisamente eso). Uno de los motivos del disenso con los integrismos es que al Papa le resultan anacrónicas las condenas implacables y el perfil de guerra cultural con que la derecha norteamericana, incluso la católica, suele asumir ciertos temas como la ideología del género.La consigna de la Nueva Derecha posliberal es “deswokificar” (eliminar el progresismo utilizando el resorte estatal). Pero los intemperantes olvidan la distinción entre el error y el que yerra, y suelen focalizarse en ciertos puntos de moral en desmedro de otros importantes de la enseñanza cristiana, e interpretan esta actitud del Pontífice como un relativismo claudicante.En su discurso inaugural, Trump invocó el nombre de Dios, pero salió con los tapones de punta. A ambas partes les gusta apostar fuerte, como son las recientes designaciones del arzobispo de Washington y del embajador norteamericano ante la Santa Sede. El primero, Robert Mc Elroy, es un alineado soldado del papa Francisco, y el segundo, Brian Burch, lo es del presidente. Los cuatro se caracterizan por ser firmes defensores de sus opiniones y exponerlas sin pelos en la lengua.Será el momento de establecer una agenda en la que se identifiquen objetivos comunes. Hará falta una dosis de buena voluntad para articular lo que en el período de la Guerra Fría se llamaba una coexistencia pacífica.ßDoctor en Derecho y Ciencias sociales; profesor universitario

Feb 3, 2025 - 08:34
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Trump y Francisco, parte II

Juan Pablo II murió convencido de que la Virgen María desvió la bala que casi acaba con su existencia. Después que otro disparo tiñó de sangre su oreja, Donald Trump interpretó que Dios le encomendaba la misión de salvar a su patria. Cuando un periodista preguntó a George W. Bush cuál era su filósofo, respondió: “Jesús, porque cambió mi vida”. Lo que más recordó Alcide de Gasperi de su visita a Estados Unidos fue una inscripción en Arlington, en la tumba del soldado desconocido, “desconocido por todos, pero no para Dios”.

Las invocaciones religiosas, frecuentes en la política norteamericana de un modo que nos llama la atención a los argentinos, no siempre revelan coherencia, sino una suerte de esquizofrenia, porque las apariencias suelen diferir de la realidad. La religión está muy presente y se invoca a Dios en las escuelas… donde se inculca el wokismo. Las palabras no siempre se corresponden con los hechos. La religiosidad no asegura una coherencia con las decisiones políticas.

El expresidente de los Estados Unidos Joe Biden es católico y amigo del papa Francisco, lo cual no le impidió sostener una postura inversa sobre el aborto. El protestante Ronald Reagan fue, en cambio, un defensor de la vida. John Kennedy, el primer presidente católico, en su afán de deshacer prejuicios, fue prescindente de su fe y el mismo Trump no puede exhibir unas credenciales impecables en la materia.

¿Cuál es el panorama en esta nueva edición de su periplo presidencial? Todo parece indicar que no habrá una gran diferencia con la primera, surcada de tensiones por diferencias con las posiciones de la Santa Sede, como en la inmigración y el cambio climático. Sin embargo, las administraciones republicanas han sido, en líneas generales, más pacíficas en política exterior, un tema harto sensible para Francisco.

En este segundo acto debe advertirse una novedad que conviene tener en cuenta para evaluar los acontecimientos y esta es la presencia de James David Vance, el primer vicepresidente republicano católico. Aunque la profesión religiosa como hemos visto no significa demasiado, Vance es un converso consciente de su fe.

El nuevo vicepresidente, un posliberal crítico de la tradición conservadora, pero también de los libertarios, es un referente de las clases medias del Midwest (Medio Oeste). Él suscribe las opiniones de su jefe político, incluso la construcción del muro limítrofe con México, que fue duramente criticado por el Pontífice, pero sus suegros son inmigrantes provenientes de la India.

Convertido después de un período de descreimiento, Vance dice haber recibido una influencia de San Agustín y su tesis doctoral versó sobre el jesuita John Courtney Murray, uno de los más importantes teólogos norteamericanos. Murray buscó reconciliar a la Iglesia con las formas democráticas de su país y adelantó las tesis sancionadas en el Concilio Vaticano II sobre libertad religiosa, al costo de haber sido acusado de hereje como Francisco, a quien buena parte del ambiente católico norteamericano le endilga el mismo sambenito.

Los viejos y nuevos conservadores tienden a identificar a la Iglesia con el mundo occidental, reduciendo su independencia de las culturas y su carácter universal (católico significa precisamente eso). Uno de los motivos del disenso con los integrismos es que al Papa le resultan anacrónicas las condenas implacables y el perfil de guerra cultural con que la derecha norteamericana, incluso la católica, suele asumir ciertos temas como la ideología del género.

La consigna de la Nueva Derecha posliberal es “deswokificar” (eliminar el progresismo utilizando el resorte estatal). Pero los intemperantes olvidan la distinción entre el error y el que yerra, y suelen focalizarse en ciertos puntos de moral en desmedro de otros importantes de la enseñanza cristiana, e interpretan esta actitud del Pontífice como un relativismo claudicante.

En su discurso inaugural, Trump invocó el nombre de Dios, pero salió con los tapones de punta. A ambas partes les gusta apostar fuerte, como son las recientes designaciones del arzobispo de Washington y del embajador norteamericano ante la Santa Sede. El primero, Robert Mc Elroy, es un alineado soldado del papa Francisco, y el segundo, Brian Burch, lo es del presidente. Los cuatro se caracterizan por ser firmes defensores de sus opiniones y exponerlas sin pelos en la lengua.

Será el momento de establecer una agenda en la que se identifiquen objetivos comunes. Hará falta una dosis de buena voluntad para articular lo que en el período de la Guerra Fría se llamaba una coexistencia pacífica.ß

Doctor en Derecho y Ciencias sociales; profesor universitario