¿Hay alguien contento?
No tenemos muchos datos sobre la felicidad colectiva de los españoles.
La verdad es que no tenemos muchos datos sobre la felicidad colectiva de los españoles. La respuesta más precisa quizás sea que unos si, otros no y el resto pasa de pronunciarse tal vez porque no lo sabe. Todo depende de cómo le vayan las cosas a cada cual y a las exigencias propias. Pero la felicidad es una situación relativa, que afecta mucho, más que el ambiente, a la suerte de índole familiar.
Otra cuestión distinta es la opinión o estado de ánimo de los ciudadanos colectivamente hablando. Y la realidad es que llegados a este punto la impresión más generalizada es que muy pocas personas están contentas: cuenta mucho la economía particular y global y, cambiando impresiones y escuchando opiniones de la denominada gente de a pie, la conclusión es negativa.
Enseguida saltan ejemplos, como la inflación de los productos básicos de enero que termina y su desproporción con el aumento de los salarios. El ejemplo más repetido que ya se ha vuelto tópico, es el precio de la vivienda y más que el precio, la escasez que existe para comprarla o alquilarla. Indigna a muchos escuchar debates absurdos en el Congreso y ver cómo pasan los días sin medidas serias para afrontar el problema.
No pasa inadvertida la pasividad con que defienden su sueldo los beneficiados por su servilismo renunciando a menudo a expresar sus opiniones discrepantes. Reconforta ver cómo algunos colectivos empiezan a reaccionar, como es el caso de los diplomáticos o los fiscales, horrorizados por la actitud de su jefe acusado en los tribunales de actuaciones graves.