El efecto péndulo
El movimiento pendular no solo es físico: también se da en las personas y tiene su eco en la política o la economía.
No hace falta desempolvar un manual de cuando estudiabas Bachillerato para recordar que un péndulo puede ser cualquier objeto colgado de un hilo que con un movimiento oscila de un lado a otro. La ley física que lo explica está basada en la gravedad y Newton lo resumió con su famosa máxima: para cada acción, hay una reacción igual y opuesta.
El movimiento del péndulo se usa en los relojes que estaban en los salones de nuestros abuelos o en esos aparatos, los metrónomos, que usan los pianistas para seguir el compás y, aunque no lo sepas, también en los móviles de hoy en día para contar pasos o girar la pantalla. Pero lo más actual no es la aplicación a los smartphones de este principio de la física que Galileo Galilei estudió hace cinco siglos. El efecto péndulo permite explicar perfectamente la conducta de una gran mayoría de personas de nuestro tiempo. Comportamientos generalmente extremos que tienen impacto en la economía, en la política y en las relaciones sociales.
Los psicólogos lo están estudiando y han llegado a la conclusión de cómo las personas, cuando están ancladas en un comportamiento radical que se quiere abandonar, necesitan explorar el lado contrario. Sin embargo, este cambio no se produce, por desgracia, de manera paulatina, sino que es pendular, yéndose estas personas, por tanto, de un polo a justo el contrario.
En el ámbito económico se observa en las políticas fiscales y monetarias. En tiempos de crisis, las autoridades recurren a medidas de estímulo agresivas, como la inyección de dinero con bajos tipos de interés o reduciendo impuestos, para fomentar el crecimiento y el consumo. Sin embargo, una vez superada la crisis, optan por drásticas medidas en la dirección opuesta, como el aumento de las tasas de interés o los recortes en el gasto público, con el fin de controlar la inflación y reducir la deuda.
Lo estamos viendo también con las políticas medioambientales en las que se ha pasado de una superproducción normativa de leyes ecologistas al momento actual de frenazo en seco. Por no hablar del control de las redes sociales con la verificación de datos que hasta hace poco era toda una censura previa para ahora haberse eliminado y dejar que reine la ley del más fuerte en las plataformas sociales.
En el terreno político, el péndulo se manifiesta en la alternancia entre gobiernos de derecha e izquierda. Lo hemos vivido en España y ahora en Estados Unidos, un partido llega al poder, e implementa inmediatamente políticas que buscan revertir las medidas de sus predecesores. Da igual que sean buenas o malas. Nada que no se vea en nuestro ámbito más cercano, como ese familiar conocido por sus excesos y ahora se acuesta a las diez para correr maratones y hacer ayuno o esa amiga que defendía la vida ordenada y familiar hasta que un cambio de estado civil le lleva a prácticamente vivir en los bares de copas.
Por eso frente a la vieja ley del péndulo me atrevo a recomendarte que nos quedemos con Aristóteles y su también antigua defensa de que en el punto medio está la virtud. No es fácil porque la fuerza de gravedad es potente, pero se trata de hacer un esfuerzo e intentarlo. A todos nos iría mejor