El declive del imperio norteamericano
La fuerza del mercado es como la fuerza del agua: siempre encuentra una vía. Sobre los efectos que la subida de aranceles va a tener de manera inmediata sobre la misma inflación que se ha llevado por delante a los demócratas en noviembre, le remito a cualquier manual básico de economía. Lejos de ofrecer una señal de fortaleza, la decisión del presidente Donald Trump de imponer aranceles del 25% a México y Canadá y el 10% a China, parece un signo de todo lo contrario. La extrema debilidad de la competitividad de su sistema productivo y su inhabilidad para recuperar mercados propios, hoy entregados a productos importados mejores y más baratos, constituyen la verdadera razón. Como juegan peor, cambian el reglamento para castigar a los que juegan mejor. Lo sabemos todos; Trump, el primero. Por eso ni se ha molestado en armar un argumentario mínimamente decente para justificar su decisión. Más que argumentos, invocar a la inmigración o al fentanilo, parece una burda provocación construida sobre la asunción de que en Canadá y México gobiernan unos idiotas que van a picar; más aún en la misma semana que se confirma que la familia Sackler ha lavado su responsabilidad en la epidemia de los opioides soltando con poco más de 7000 millones de dólares. Como todos los imperios a lo largo de la historia la caída parece ir a producirse en medio de un enorme estruendo y una sucesión inagotable de decisiones erráticas. La receta de Trump es pura nostalgia: aplicar soluciones de principios del siglo XX, cuando el mundo empezaba a girar en torno a USA, al siglo XXI; cuando está dejando de hacerlo. La ventaja de la nostalgia en economía reside en que ya sabemos lo que pasó. Durante su primer mandato Trump abrasó a aranceles a China. El resultado fue que los productos chinos empezaron a entrar a través de México y Canadá hasta desbancar a China de la primera posición y relegarla a la tercera. Ahora, les llevará un tiempo, pero encontrarán otra vez una vía de entrada que eluda los aranceles. Seguro que Trump piensa que podrá taparlo con más aranceles en más países hasta que no quede ni uno sin arancelar. Pero atención, spoiler alert: no puede. La fuerza del mercado es como la fuerza del agua: siempre encuentra una vía. Sobre los efectos que la subida de aranceles va a tener de manera inmediata sobre la misma inflación que se ha llevado por delante a los demócratas en noviembre, le remito a cualquier manual básico de economía. El mejor ejemplo de la ineficiencia de la nostalgia económica lo acaba de ofrecer la carrera por el liderazgo en la inteligencia artificial. Cuando Estados Unidos creía sacar varios cuerpos de ventaja al resto del mundo, DeepSeek aparece en el mercado y les pinta la cara de segundos. No se trata de un simple competidor. Representa un auténtico cambio de juego. Frente al modelo de códigos cerrados, consumo masivo de energía y capital y acceso de pago, la inteligencia artificial china se ofrece abierta, barata en su desarrollo, eficiente en su consumo energético y gratuita. Precisamente todos y cada uno de los terrenos donde los TecnoBros ni saben, ni querían competir. Todas estas décadas pensando que la libertad de comercio abría camino a la libre circulación de las personas y va a resultar que, a lo mejor, es al revés. La libre circulación de las personas es la que abre el camino al comercio.
La fuerza del mercado es como la fuerza del agua: siempre encuentra una vía. Sobre los efectos que la subida de aranceles va a tener de manera inmediata sobre la misma inflación que se ha llevado por delante a los demócratas en noviembre, le remito a cualquier manual básico de economía.
Lejos de ofrecer una señal de fortaleza, la decisión del presidente Donald Trump de imponer aranceles del 25% a México y Canadá y el 10% a China, parece un signo de todo lo contrario. La extrema debilidad de la competitividad de su sistema productivo y su inhabilidad para recuperar mercados propios, hoy entregados a productos importados mejores y más baratos, constituyen la verdadera razón. Como juegan peor, cambian el reglamento para castigar a los que juegan mejor.
Lo sabemos todos; Trump, el primero. Por eso ni se ha molestado en armar un argumentario mínimamente decente para justificar su decisión. Más que argumentos, invocar a la inmigración o al fentanilo, parece una burda provocación construida sobre la asunción de que en Canadá y México gobiernan unos idiotas que van a picar; más aún en la misma semana que se confirma que la familia Sackler ha lavado su responsabilidad en la epidemia de los opioides soltando con poco más de 7000 millones de dólares.
Como todos los imperios a lo largo de la historia la caída parece ir a producirse en medio de un enorme estruendo y una sucesión inagotable de decisiones erráticas. La receta de Trump es pura nostalgia: aplicar soluciones de principios del siglo XX, cuando el mundo empezaba a girar en torno a USA, al siglo XXI; cuando está dejando de hacerlo.
La ventaja de la nostalgia en economía reside en que ya sabemos lo que pasó. Durante su primer mandato Trump abrasó a aranceles a China. El resultado fue que los productos chinos empezaron a entrar a través de México y Canadá hasta desbancar a China de la primera posición y relegarla a la tercera. Ahora, les llevará un tiempo, pero encontrarán otra vez una vía de entrada que eluda los aranceles.
Seguro que Trump piensa que podrá taparlo con más aranceles en más países hasta que no quede ni uno sin arancelar. Pero atención, spoiler alert: no puede. La fuerza del mercado es como la fuerza del agua: siempre encuentra una vía. Sobre los efectos que la subida de aranceles va a tener de manera inmediata sobre la misma inflación que se ha llevado por delante a los demócratas en noviembre, le remito a cualquier manual básico de economía.
El mejor ejemplo de la ineficiencia de la nostalgia económica lo acaba de ofrecer la carrera por el liderazgo en la inteligencia artificial. Cuando Estados Unidos creía sacar varios cuerpos de ventaja al resto del mundo, DeepSeek aparece en el mercado y les pinta la cara de segundos. No se trata de un simple competidor. Representa un auténtico cambio de juego. Frente al modelo de códigos cerrados, consumo masivo de energía y capital y acceso de pago, la inteligencia artificial china se ofrece abierta, barata en su desarrollo, eficiente en su consumo energético y gratuita. Precisamente todos y cada uno de los terrenos donde los TecnoBros ni saben, ni querían competir.
Todas estas décadas pensando que la libertad de comercio abría camino a la libre circulación de las personas y va a resultar que, a lo mejor, es al revés. La libre circulación de las personas es la que abre el camino al comercio.