La belleza que no volverá
Chotaro Kawasaki (1901-1985), el último de los bohemios japoneses, vuelve con Árbol desnudo (Fulgencio Pimentel, 2024), una conmovedora y gozosa colección de relatos poliédricos que exploran su experiencia amorosa en los «barrios de placer», y que pueden considerarse un auténtico homenaje a la figura de la geisha, muchas veces opacada por la sed de exotismo... Leer más La entrada La belleza que no volverá aparece primero en Zenda.
Sucede con las geishas como con las meigas: haberlas, haylas, pero no se manifiestan así como así. Aunque hordas de turistas desconsiderados las persigan cámara en mano, es necesaria una mezcla de paciencia, respeto y suerte. Incluso de fe. Con todo, le prometo que es posible: puede que durante una visita a Pontochō, u otro de los cinco hanamachi o distritos de geishas en Kioto, se cruce usted con una de ellas. Será cosa de unos segundos, nada más, así que déjese de fotos y observe, porque estará ante una de las últimas representantes de una cultura que se contrae. Los andares, la sonrisa, el kimono —más rico o austero, respectivamente, según se trate de una aprendiz maiko o de una geiko de pleno derecho—, el peinado, el maquillaje shironuri, la porción de la nuca sin pintura blanca, pero… ¿qué las hace tan misteriosas?
Hace algo más de un par de años, la publicación de El barrio del incienso nos permitió asomarnos al universo de este peculiar autor, inédito en castellano hasta que la siempre intrépida Fulgencio Pimentel lo rescató para nuestro deleite. Si bien los textos de aquel volumen perfilaban a Kawasaki como escritor paupérrimo —además de como hijo, hermano, marido y amante cuestionable—, permitiendo que nos familiarizásemos con la llamada «novela del yo» japonesa, este nuevo tomo transcurre por otros derroteros, complementarios y más amplios. Y es que estos cuentos —unas veces, narrados en tercera persona; otras, en primera, desde los diferentes alter egos de Kawasaki o de Kimie, la mujer a la que amó— miran hacia fuera, no hacia dentro: el foco se sitúa en los sueños, desilusiones y circunstancias de las geishas, a quienes el autor presenta como personas reales, seres imperfectos de carne y hueso que se alejan de nuestros prejuicios orientalizantes. Aquí interesa dejar constancia de cómo visten, lo que dicen, lo que callan y el modo en que se comportan unas chicas por entonces consideradas viejas para el oficio cuando pasaban de los veintipocos, pero capaces de mostrar un dominio sutil de sus emociones a la par que arrebatos de la inocencia pueril común en quienes no han tenido infancia —algunas eran vendidas a las casas de té por unos pocos yenes incluso antes de alcanzar la adolescencia—.
Los relatos de Árbol desnudo fueron publicados por vez primera en diferentes revistas literarias —como las influyentes Bungakikai y Shōsetsu Shinchō— entre mediados de los años treinta y principios de los cincuenta, y —lejos del tratamiento intimista de la excelente serie Makanai, la cocinera de las maiko (2023), de Hirokazu Koreeda, o de la intensidad dramática de Memorias de una geisha (1997), de Arthur Golden— destacan por el retrato desenfadado del llamado «mundo del crisantemo y el sauce» que rodea a estar practicantes de las artes tradicionales niponas; junto a escenas cotidianas de una belleza sin artificios, encontraremos diálogos sencillos, construidos desde el humor, la ternura y la comprensión —especialmente, de esa que nace con la resignación melancólica—, dando pie a una «literatura del detalle», en la que importa el color del abanico, el cerezo florecido y la hoja que cae, pero también la película preferida de nuestros personajes, la marca de cigarrillos que consumen o los vasos de alcohol que soportan.
Pero esperen, porque hay más: la intrahistoria detrás de este volumen es casi igual de interesante que las narraciones que incluye. Y es que no solo de ficción vive el lector. Yasujirō Ozu (1903-1963, el célebre director de obras maestras como Cuentos de Tokio (1953) o El sabor del sake (1962), es un personaje recurrente en los cuentos de este volumen, puesto que tanto él como Kawasaki profesaron amor por la misma geisha, la joven Sakae Mori, rebautizada en lo artístico como Kimie. Ozu le dedicaría haikus y la adoraría el resto de sus días. Nuestro romántico escritor la frecuentaría durante una década, y más tarde, a través de los relatos de este tomo, profundizaría en el significado de su relación; como si girásemos un dodecaedro de cristal junto a una ventana y cada una de las perspectivas arrojadas por la luz nos permitiese detectar nuevas propiedades de la misma joya, Kawasaki exploraría, embellecería, deformaría y reinterpretaría obsesivamente cada uno de los momentos pasados junto a Kimie, dejando espacio para el humor y la tragedia, y alumbrando no solo un testimonio fundamental para indagar en la compleja personalidad de su antagonista, Ozu, sino también —y sobre todo— un verdadero ejercicio de literatura. De todo esto da buena cuenta el posfacio del crítico Hideaki Saito, de gran utilidad para entender el valor de la obra de Kawasaki, así como para integrarla en su contexto.
De modo que Árbol desnudo no solo es un añadido imprescindible para la creciente biblioteca Kawasaki, sino también un libro precioso que disfrutar junto a una taza de humeante té verde, mientras suspiramos de mono no aware —porque ya sabe, la belleza es efímera— y de paso, reavivamos nuestro interés por el cine clásico nipón. Precioso y triste, todo sea dicho. Pero ¿qué es la vida si no eso mismo?
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Autor: Chotaro Kawasaki. Título: Árbol desnudo. Traducción: Yoko Ogihara y Fernando Cordobés. Editorial: Fulgencio Pimentel. Venta: Todos tus libros.
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