Empezar a construir por el tejado: la perversión de la PAU

Febrero del curso pasado. Como cada año, por estas fechas, se acrecienta el semanal goteo de futuros estudiantes que visitan la Facultad. En ese marco, tengo ocasión de entrevistarme con una chica a la que acompaña un expediente académico extraordinario. Llaman mi atención su insólita madurez y la decidida apuesta por embarcarse en unos estudios humanísticos. Habla con pasión de sus aficiones. Pero el gesto se le tuerce cuando me comenta cómo ha tenido que renunciar, durante los dos últimos años, a una buena parte de estas actividades. Ha dejado de leer, ha abandonado el equipo de baloncesto, el piano lleva tiempo enmudecido. ¿Qué ha pasado? La temida PAU es la respuesta. Podría tratarse de algo anecdótico. Cabría pensar que una golondrina no hace verano… Sin embargo, de un tiempo a esta parte, con diversas circunstancias, vengo encontrándome ante situaciones similares, en las que se reiteran los argumentos principales de aquella conversación. Esto me alarma. Cualquiera que tenga en casa a un estudiante del actual Bachillerato habrá podido constatar el mismo fenómeno. Durante los dos últimos cursos escolares, toda la vida parece girar en torno a un examen selectivo que, como voraz Pantagruel, espera hambriento en el fondo del horizonte. La actividad docente se focaliza en desarrollar las técnicas más adecuadas para afrontar la temidísima prueba; los centros presionan (se juegan en ello su prestigio), los padres también. Con demasiada frecuencia, en un periodo tan importante para desarrollar el deseo por conocer, acrecentar los intereses personales, o ampliar el horizonte de comprensión del mundo, se recorre a toda prisa el programa de las asignaturas, sin tiempo para detenerse, ni profundizar, ni emocionarse, porque ya no hay mayor perspectiva que la dichosa PAU. El problema radica, como en tantos otros ámbitos, en haber hecho esencial aquello que desempeña una función accesoria. Es hora de darle la vuelta a esta circunstancia —en los hogares y en las aulas—, recuperar el orden de las cosas, y dotar de sentido a esta etapa educativa tan importante para asentar bien los cimientos que han de sustentar un gran proyecto: el de la propia vida.

Feb 8, 2025 - 06:12
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Empezar a construir por el tejado: la perversión de la PAU
Febrero del curso pasado. Como cada año, por estas fechas, se acrecienta el semanal goteo de futuros estudiantes que visitan la Facultad. En ese marco, tengo ocasión de entrevistarme con una chica a la que acompaña un expediente académico extraordinario. Llaman mi atención su insólita madurez y la decidida apuesta por embarcarse en unos estudios humanísticos. Habla con pasión de sus aficiones. Pero el gesto se le tuerce cuando me comenta cómo ha tenido que renunciar, durante los dos últimos años, a una buena parte de estas actividades. Ha dejado de leer, ha abandonado el equipo de baloncesto, el piano lleva tiempo enmudecido. ¿Qué ha pasado? La temida PAU es la respuesta. Podría tratarse de algo anecdótico. Cabría pensar que una golondrina no hace verano… Sin embargo, de un tiempo a esta parte, con diversas circunstancias, vengo encontrándome ante situaciones similares, en las que se reiteran los argumentos principales de aquella conversación. Esto me alarma. Cualquiera que tenga en casa a un estudiante del actual Bachillerato habrá podido constatar el mismo fenómeno. Durante los dos últimos cursos escolares, toda la vida parece girar en torno a un examen selectivo que, como voraz Pantagruel, espera hambriento en el fondo del horizonte. La actividad docente se focaliza en desarrollar las técnicas más adecuadas para afrontar la temidísima prueba; los centros presionan (se juegan en ello su prestigio), los padres también. Con demasiada frecuencia, en un periodo tan importante para desarrollar el deseo por conocer, acrecentar los intereses personales, o ampliar el horizonte de comprensión del mundo, se recorre a toda prisa el programa de las asignaturas, sin tiempo para detenerse, ni profundizar, ni emocionarse, porque ya no hay mayor perspectiva que la dichosa PAU. El problema radica, como en tantos otros ámbitos, en haber hecho esencial aquello que desempeña una función accesoria. Es hora de darle la vuelta a esta circunstancia —en los hogares y en las aulas—, recuperar el orden de las cosas, y dotar de sentido a esta etapa educativa tan importante para asentar bien los cimientos que han de sustentar un gran proyecto: el de la propia vida.