La oscuridad, ¿una forma de silencio?

Durante siglos, el vacío sensorial se ha utilizado como herramienta para alcanzar estados meditativos profundos. Ante la contaminación auditiva y lumínica actual, la mezcla de silencio y oscuridad podría contribuir a la introspección y a la calma. La entrada La oscuridad, ¿una forma de silencio? se publicó primero en Ethic.

Feb 7, 2025 - 16:13
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La oscuridad, ¿una forma de silencio?

El 16 de julio de 1962, el geólogo Michael Siffre decidió poner en marcha un particular experimento. Quería saber qué pasa cuando el cuerpo humano queda sumido en una total oscuridad. Para descubrirlo, bajó sin reloj a una cueva de 130 metros de profundidad en el sur de los Alpes. Llevaba comida, material para tomar apuntes y una linterna conectada a una batería, pero su única conexión con el exterior era un teléfono de campaña para ir contándoles a sus ayudantes cómo avanzaba el experimento. Sucedió lo que ya se imaginaba: la falta absoluta de luz le hizo perder la noción del tiempo. En silencio y a oscuras, Siffre no tenía referentes a los cuales aferrarse para que su cerebro estableciera cuántas horas habían pasado. Al final, estuvo 61 días bajo tierra, pero, cuando su equipo lo extrajo de la cueva, para él habían pasado solo 36.

Por lo general, se define el silencio como la ausencia de sonido, y la oscuridad, como la ausencia de luz. Pero, como afirma el ecólogo Johan Eklöf, esta «tiene valor por sí misma». Los seres vivos requerimos tanto de luz como de oscuridad para que funcionen correctamente todos nuestros sistemas. La falta o el exceso de cualquiera de las dos acarrea efectos tangibles sobre los procesos biológicos: afecta al ritmo circadiano, genera disrupciones en el sueño y las hormonas, repercute sobre el sistema inmunológico, impacta sobre los ciclos de reproducción de algunas especies, y puede aumentar el riesgo de padecer ciertas enfermedades tanto físicas como mentales.

Aunque tenemos bastante claro que, cuando los días se hacen cortos y fríos en invierno, recibir luz solar es bueno para la salud física y para el estado de ánimo, se sabe poco sobre los efectos positivos de la oscuridad. No obstante, recientemente han estado apareciendo cada vez más técnicas que la usan como una herramienta antiestrés, generalmente aunada con la eliminación del ruido. Esto se debe a que, juntos, la oscuridad y el silencio logran crear un vacío sensorial. Ponen un alto a los estímulos visuales que permite la luz y a los estímulos auditivos del ruido exterior, y así, forjan un espacio favorable para la introspección.

«Para alguien que se siente abrumado por el estrés, la ausencia de estímulos visuales puede ser un alivio. Algunos psicólogos son del parecer de que la oscuridad permite entablar conversaciones más profundas», escribe Eklöf. Romper con el caudal constante de estímulos externos ayuda a centrarse en el propio cuerpo y nos deja ser testigos de las sensaciones corporales y mentales que, en medio del ruido, se nos dificulta observar.

Romper con el caudal de estímulos externos ayuda a centrarse en las sensaciones corporales y los propios pensamientos

Estudios neurocientíficos han encontrado que el silencio promueve la neurogénesis, contribuyendo a la memoria, al aprendizaje, a la creatividad y a la resolución de problemas. Asimismo, la oscuridad promueve un sueño más reparador. No por nada recientemente han surgido «experiencias» de relajación como los llamados «mind spas», que combinan técnicas que prometen reducir el estrés del cuerpo y de la mente, con espacios de aislamiento sensorial o terapias de flotación, por ejemplo.

Sin embargo, todo disco tiene un lado B. Michael Siffre no fue el único que decidió aislarse en una cueva durante semanas. Tiempo después, la exploradora Véronique Borel-Le Guen decidió imitar su experimento y, aunque batió el récord femenino por permanecer 111 días bajo tierra, «la experiencia del aislamiento y la pérdida de la noción del tiempo, según declaraciones de su psiquiatra, empujaron a la aventurera a una depresión profunda cuando regresó de nuevo a la luz», de acuerdo con el físico y filósofo Stefan Klein. «Un año después, [Borel-Le Guen] se suicidó».

Como demuestran los casos de presos que pasan semanas o meses en oscuras celdas de confinamiento, el aislamiento prolongado puede tener efectos psicológicos adversos. Estar completamente aislado no solo impacta sobre el bienestar físico y mental, sino que puede desencadenar crisis de ansiedad –e incluso alucinaciones–. En sus investigaciones, la psicóloga Gro Sandal ha encontrado que, en condiciones extremas, ante la ausencia de interacción y de estímulos externos, el cerebro crea su propia realidad para sentirse menos solo. El vacío sensorial facilita los estados de calma, pero –ya se sabe– todo en exceso puede ser nocivo.

Durante siglos, el combo oscuridad-silencio ha sido la base para la práctica espiritual. En distintas culturas, el vacío sensorial se ha usado como la clave para alcanzar estados meditativos profundos. Un oasis de desconexión del bullicio exterior, un terreno para la exploración interna. Es por ello que hoy en día hay en el mundo distintos lugares donde la gente paga para hacer turismo de oscuridad: los lugares remotos con paisajes abiertos, donde se pueden observar claramente las estrellas en el cielo nocturno, están en boga en Escandinavia, los parques nacionales de Estados Unidos y las montañas de los Andes. Ante la contaminación auditiva y lumínica actual, un maridaje de silencio y oscuridad. Silentium est aureum. Carpe noctem.

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