Consonancia política

El flujo migratorio y el tráfico de fentanilo hacia EU no son el pretexto para imponer aranceles a las exportaciones mexicanas, los tres elementos forman parte de una sola carambola: frenar la migración, abatir el trasiego de drogas y reducir el déficit.

Feb 7, 2025 - 16:09
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Consonancia política

Una tregua no es más que el cese temporal de hostilidades, no el finiquito de ellas ¿Es un logro? Lo es, sin duda. Más allá de los factores y actores que coincidieron determinantemente en conseguir ese respiro, es debido reconocer el temple mostrado por la presidenta Claudia Sheinbaum en su desempeño.

Sin embargo, con Donald Trump más vale no descartar como posible el peor de los escenarios. Es de los depredadores que, al oler sangre, arremete aún más duro contra su presa. El flujo migratorio y el tráfico de fentanilo hacia Estados Unidos no son el pretexto para imponer aranceles a las exportaciones mexicanas, los tres elementos forman parte de una sola carambola: frenar la migración, abatir el trasiego de drogas y reducir el déficit, disfraz para emprender una limpieza étnica; recargar en la oferta, el problema del consumo; y responsabilizar al socio del déficit comercial propio.

Ante ese peligro urge darle consonancia a la política exterior y la interior a fin de ampliar el margen de maniobra dentro y fuera. Sólo así se podrá afirmar lo dicho por la mandataria, el miércoles en Querétaro: “Estamos unidos, estamos listos para encarar el futuro que nos depare el destino.” Siempre y cuando por destino no se entienda lo fortuito.

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Si en el sexenio anterior se incurrió en el sofisma de que la mejor política exterior era la interior. Mejor no correrse ahora al otro extremo, poniendo en práctica la falacia de que la mejor política interior es la exterior.

El amago externo no desvanece la amenaza interna supuesta en la falta de recursos económicos y políticos para sostener y ampliar en sus términos el proyecto de nación impulsado por la fuerza en el poder. El desafío planteado por el cambio de la circunstancia doméstica y foránea reclama enorme apertura e imaginación para alinear la política interior y la exterior.

En el afán –a veces, terquedad– de sentar a toda costa las bases de aquel proyecto, el anterior gobierno se entrampó ante los factores disruptivos o tropezó con ellos. Fuesen resultado del poder de la naturaleza o de la naturaleza del poder, esos factores desbalancearon al entonces presidente López Obrador.

De cara a la pandemia, el ciclón Otis, la violencia criminal e, incluso, la victoria electoral del año pasado, el jefe del Ejecutivo se desbocó y no quiso moderar la velocidad ni el ritmo de la llamada cuarta transformación como tampoco reajustar prioridades, provocando enorme dolor en amplios sectores sociales y abriendo una interrogante en torno a su instinto político, carácter humano y sensibilidad social.

Ante la pandemia, el mandatario prescindió del cubrebocas y prometió un servicio de salud hasta hoy desconocido, al tiempo de privilegiar sus obras emblemáticas. Ante el ciclón, se atascó camino a Acapulco sin nunca apersonarse en el puerto, sino sólo en la base militar naval. Ante la violencia criminal, optó por la inacción, solapando la diversificación, expansión e intensificación de la delincuencia. Y ante la victoria electoral, dio muestra de la voracidad política que tanto criticaba en otros y comprometió a su sucesora. Tanto se desbalanceó que, hoy, algunos cimientos de aquel proyecto –programas, políticas, obras y empresas– se tambalean, dejando en duda si resisten un segundo piso.

De esa experiencia es menester desprender lecciones para no repetir errores, tropezar o entramparse. El sátrapa del norte es un factor disruptivo.

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La tregua lograda vale hacia fuera… pero también hacia dentro.

Del desbalance y el desbocamiento de su antecesor, la presidenta Sheinbaum ha dado muestras de conciencia y, sin alarde, ha aplicado correctivos o ha realizado ajustes en algunas políticas, obras y empresas del anterior sexenio, pero –quizá, con ganas de estampar su sello propio– ha emprendido otras, siendo que las finanzas y la circunstancia no dan para ello.

Asimismo, como aquí dicho, la mandataria ha replanteado la relación del gobierno con el sector privado a fin de animar la inversión, generar el crecimiento, asegurar el desarrollo e integrar un solo frente al propósito del gobierno estadounidense de renegociar o limitar el tratado económico a fin de derivar beneficios a costa de México y Canadá. En suma, la jefa del Ejecutivo ha tenido gestos con el capital, al cual le ha mandado señales y creado condiciones para lograr un nuevo entendimiento, pero sin ofrecerle garantías plenas.

Esa apertura, sin embargo, no tiene su correspondiente expresión en la política. En este campo, el proyecto de la llamada cuarta transformación se mantiene como si el problema de las finanzas públicas y la amenaza arancelaria del vecino nada tuvieran que ver. La estadista en ciernes ahí no aparece. No hay gestos, señales ni generación de condiciones para construir un nuevo entendimiento político e, incluso, se lanzan nuevas iniciativas constitucionales que encontrarán resistencia no sólo en los adversarios, sino también en los aliados. Tampoco se ha limitado o cancelado la elección de los juzgadores que evidentemente divide, provoca incertidumbre y, vale repetirlo, está destinada al fraude o al fracaso.

No hay, pues, consonancia entre la política exterior y la interior ni entre la política económica y la política política y, obviamente, los vasos comunicantes entre ellas como pueden simplificar la situación, también la pueden complicar más y, hoy, la Constitución no es el escudo para defender a la nación.

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La tregua es breve, apenas le restan veinticinco días. Urge cerrar lo que separa sin renunciar a las diferencias, recalcular recursos por si es preciso reasignarlos, reexaminar planes y proyectos para reconocer lo prioritario, hacer sacrificios a fin de anteponer a la nación y, claro, darle consonancia a la política.