Alguien dijo imposible
A la vivencia límite de acompañar a un hijo durante un largo y milagroso proceso de rehabilitación se suma, en este libro, una revisión crítica al deterioro de nuestro sistema sanitario. Revisión hecha, por cierto, desde una conciencia acorde con la novela de Miguel Espinosa que da nombre a La Fea Burguesía Ediciones, para que... Leer más La entrada Alguien dijo imposible aparece primero en Zenda.
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La enfermedad produce novelistas. El amor, poetas. O al menos eso dice el lugar común. ¿Qué pasa, sin embargo, cuando lo que irrumpe en nuestra experiencia devastándola no es ya la fragilidad de nuestra propia vida o el impulso cómplice de celebrarla, sino el sufrimiento de quienes más amamos? De esa encrucijada nace Los sueños aéreos, primer libro de poemas de Jesús Montoya, que ya había publicado con anterioridad dos libros de cuentos: Historias de otros (2006) y El tiempo real (2020). Profesor de literatura hispanoamericana en la Universidad de Murcia, Jesús Montoya se doctoró en la Universidad de Granada con una tesis sobre literatura, tecnología y cultura de masas en el Río de la Plata y ha publicado, a lo largo de su recorrido investigador, ensayos como Narrativas del simulacro (2013) o Mario Levrero para armar (2013). Su literatura se adentraba hasta el momento en los procesos de virtualización de la cultura, atendiendo a los efectos subjetivos de la relación entre globalización y lenguaje, así como a los residuos que va dejando la transformación tecnológica del tiempo. Así, el deambular es en su obra un síntoma de la desaparición de la linealidad, el presente aparece ampliado y la periodización, en crisis. Aquello que resiste sobre las ruinas del lenguaje, de la historia, de la literatura, sigue hablando gracias a la yuxtaposición permanente de tiempos que se produce en el interior de cada texto, a la heterogeneidad de eso que Didi-Huberman ha llamado anacronismos. ¿Qué le hace al cuerpo la desmaterialización de la cultura?, podríamos preguntarnos tras la lectura de sus anteriores libros. Para luego responder, en Los sueños aéreos, con una pregunta más complementaria que antagónica: ¿Qué le hace al tiempo la enfermedad de un cuerpo amado?
A la vivencia límite de acompañar a un hijo durante un largo y milagroso proceso de rehabilitación se suma, en este libro, una revisión crítica al deterioro de nuestro sistema sanitario. Revisión hecha, por cierto, desde una conciencia acorde con la novela de Miguel Espinosa que da nombre a La Fea Burguesía Ediciones, para que no olvidemos: “(…) que Sanidad nos cubre / como una manta corta / que no es dios, sino el dinero / quien paga los milagros”. Sin embargo, a pesar del punto de partida biográfico y en apariencia ajeno a sus anteriores libros, Jesús Montoya se adentra en el espanto pertrechado con las herramientas de la teoría:
Rescatar el horror con palabras exactas
fue siempre una obsesión de la historia del arte.
Del axioma horaciano al Laocoonte de Lessing
la pregunta es la misma:
¿se puede traducir la imagen a palabra?
Es la clave de bóveda inscrita en toda écfrasis.
Susan Sontag reflexionó sobre cierto exceso metafórico aparejado a la escritura de la enfermedad. Los sueños aéreos deambulan entre la voluntad de evitar esa metaforización (un propósito de austeridad y renuncia retórica explicitado en el poemario) y la casi inevitable incursión en los sentidos figurados. Hay algo que sobrevive en la escritura y de ahí la forma desesperada de agarrarse a ella cuando ronda la muerte. Escribir es también una manera de responder a los discursos del saber científico, a su coerción, sus límites, su disciplinamiento de los cuerpos. Una manera de reafirmarnos en nuestra dimensión existencial y política, emotiva y filosófica ante el riesgo de terminar absorbidos por esa misma maquinaria médica de la que fatalmente dependemos.
Más allá de Don Quijote o Madame Bovary, nuestro canon literario está plagado de novelas sobre la literatura como enfermedad. De obras atravesadas por la enfermedad de quienes las escribieron (John Keats o Roberto Bolaño). O autores para quienes la literatura era una enfermedad profesional (Francisco Umbral). La mayoría esperan para sí mismos: la salud, un trasplante, incluso la muerte. Son menos, sin embargo, quienes esperan por otros. En este último género, se inscribe el primer poemario de Jesús Montoya, como lo hacía otro hermoso libro sobre la enfermedad, el cuidado y la recuperación milagrosa de un hijo: Sucederá la flor (2018), de Jesús Montiel. La importancia que tenía la espera en Montiel se convierte, para Montoya, en una carrera contrarreloj y una lucha contra las secuelas. Contaba Agamben que el derecho romano otorgaba al pater familias un poder absoluto sobre la vida y la muerte de sus hijos. Igual que sucedía en el libro de Montiel, en Los sueños aéreos el vínculo con el hijo no está fundado en el poder sobre la vida, sino en una ética del cuidado. La patria potestad es un dominio frágil:
El tiempo que pediste
y que te ha sido dado
bien puede reducirse al que se tarda
en pronunciar una sola pregunta:
adónde la semilla
de la vida que pasa
a través de los cuerpos
que luego serán polvo
suspendido en el viento
o, dicho de otro modo,
qué hiciste con el fruto
que te tocó cuidar.
Todo pensamiento lírico nace de la experiencia del instante. La perturbación epifánica del tiempo abre en el poema dimensiones imprevistas que pueden ser leídas como un trabajo particular de lo fantástico, elemento conscientemente asumido en este poemario a partir del extrañamiento vital al que nos arroja la grave enfermedad de un hijo: “¿Existe acaso un tiempo / en medio de este tiempo / donde poner los pies y detenerse?”. Jesús Montoya se adentra en la conmoción temporal que puede producir en nosotros un acontecimiento de esa categoría, pero también lo proyecta en una dimensión espacial, mediante dos alegorías: la del viaje dantesco al centro infernal de la tierra y la de un viaje a Marte (“solo queda el espacio flotando a nuestro lado”) del que finalmente se podrá regresar. El poemario sigue la estructura tripartita de la Divina Comedia. Asimismo, la figura del padre es acompañada por Dickens o Gibran, Pizarnik o Whitman que son un síntoma de otra enfermedad (la literaria) pero son, sobre todo, sherpas inversos, acompañantes en el descenso hacia el infierno de la incertidumbre.
Hay esperanza al final de este trayecto, aunque la esperanza sea “un monstruo indómito” que desatamos. Y una belleza semejante a la que nos regala el penúltimo poema del libro, donde una pareja de cincuenta años baila también imbuida en su propia dimensión: lo hacen juntos, felices, “como si no tuvieran nada que perdonarse”, como si quien espera que un hijo regrese de terapia tuviera por fin el derecho de sentir al mundo bailando para sí.
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Autor: Jesús Montoya. Título: Los sueños aéreos. Editorial: La Fea Burguesía. Venta: Todos tus libros.
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