Más Lali y menos Cristina, la estrategia libertaria
Raro que Milei, a diferencia de lo que venía haciendo, no haya decidido contestar ni una línea al extenso tuit que Cristina Kirchner le dedicó el lunes. Muy molesta por la denuncia con que la Anses la acusa de haber mentido con el domicilio para cobrar un adicional en sus pensiones, ella le había recomendado al jefe del Estado un psicólogo o, dijo, tal vez un buen psiquiatra. “Lo necesitás”, remarcó. Pero Milei no respondió. Raro para quien no suele perderse este tipo de desafíos. A su asesor estrella, Santiago Caputo, le han escuchado más de una vez esta definición: “El día que no nos peleemos con nadie quiere decir que nos estamos equivocando”.¿Cambio de estrategia? ¿De adversario político? Algunos dirigentes cercanos al Gobierno que lo venían proponiendo llegaron a ilusionarse. ¿Decidió Milei restarle relevancia a quien probablemente encabece la lista de candidatos en la provincia de Buenos Aires? “Es de cabotaje”, la describió él en una entrevista que Esteban Trebucq le hizo en LN+. ¿Prefiere acaso azuzar a Kicillof, rival de la expresidenta en la interna peronista? ¿O está envalentonado con encuestas propias que le vienen dando 46% de intención de voto en el distrito bonaerense? Para saberlo cabalmente hay que ser Milei: Javier o Karina. Pero algo parece estar modificándose.Quienes arman la estrategia del oficialismo admiten desde hace tiempo que intentan recorrer el camino inverso que en su momento emprendieron Macri y Marcos Peña. En la campaña de 2017, por ejemplo. Entonces, todo el macrismo repetía en voz baja que prefería a Cristina Kirchner “libre y compitiendo”. Eran dos modelos opuestos de país. El final de aquella apuesta no se olvida: ella perdió ese año en la provincia de Buenos Aires contra Esteban Bullrich, pero por no tanto, unos 4 puntos, y esa diferencia no terminó de convencer al establishment económico de que el kirchnerismo llegara a su fin. Después vinieron la derrota en las primarias de 2019, la corrida cambiaria, el cepo y el eterno retorno.Pero tampoco es que Milei haya decidido abandonar la confrontación. La viene ejerciendo abiertamente desde Davos, donde expuso críticas a la ideología de género que se materializaron esta semana en el decreto para limitar los tratamientos hormonales a menores de 18. Al revés que los de Macri, estos son debates contra lo políticamente correcto que el prospecto libertario contempla y promete intensificar. ¿Será porque aportan un aluvión de votos? No tantos: las encuestas oficiales afirman que no es “un tema de la gente” como, por ejemplo, la inflación o la inseguridad.¿Cuál es entonces su propósito? Lo primero que habría que decir es que Milei está realmente convencido de esos argumentos, pero tiene además un motivo pragmático que sus colaboradores admiten: cada vez que discute con el progresismo agrupa en la misma vereda, de un solo golpe, a sectores que él considera casta y que hasta ahora parecían imposibles de juntar. Como si, reacio a la distinción clásica entre los partidos tradicionales, el Presidente prefiriera inclinarse por un trazo anterior, derecha versus izquierda. “Zurdos”. “Marxismo cultural”. Fue lo primero que señaló después de la marcha del sábado pasado, única convocatoria capaz de unir en una misma adhesión a, por ejemplo, Nicolás Kreplak y Horacio Rodríguez Larreta, dos que hace cuatro años se enfrentaban por la cuarentena o la apertura de escuelas. “Principio de revelación”, dicen en el oficialismo, donde llegan incluso a fantasear con una carambola para la elección porteña: que el exalcalde encabece una lista de diputados y le reste así votos al oficialismo del actual, Jorge Macri.Detrás de ese rumbo elegido subyace la convicción de que la sociedad votó a La Libertad Avanza con un mandato acotado de prioridades. Inflación, inseguridad, cortes de calles. Punto. Por eso el futuro de Milei depende 100% de cómo le vaya a Luis Caputo, uno de los pocos ministros que no se pueden equivocar. Hay, todos los meses, una urgencia con el IPC que explica muchos de los pasos del Gobierno.Las reuniones con empresas de medicina prepaga para que dejen de subir las cuotas, por ejemplo, algo que no está en ningún manual ortodoxo y que permitió el regreso a la Superintendencia de Servicios de Salud a alguien que venía peleado con el Gobierno desde hacía un año, Claudio Belocopitt, dueño de Swiss Medical. O la rectificación de los aumentos en la tarifa eléctrica que habían sido anunciados por el ente del sector. Como lo mostró ayer la medición de la ciudad de Buenos Aires, el gran desafío del IPC son los servicios no regulados, que dieron 4,3% en febrero, muy por arriba del 3,1% general.Son conversaciones que Milei no tenía previstas durante la campaña electoral, pero que al Gobierno le cuestan bastante menos ahora que hace un año, cuando asumió con minoría en ambas cámaras y la expectativa general de cualquier insinuación de ajuste terminaría en un incendio.Hay otra atmósfera y mayor autoridad en el Poder Ejecutivo. En el establishment económic
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Raro que Milei, a diferencia de lo que venía haciendo, no haya decidido contestar ni una línea al extenso tuit que Cristina Kirchner le dedicó el lunes. Muy molesta por la denuncia con que la Anses la acusa de haber mentido con el domicilio para cobrar un adicional en sus pensiones, ella le había recomendado al jefe del Estado un psicólogo o, dijo, tal vez un buen psiquiatra. “Lo necesitás”, remarcó. Pero Milei no respondió. Raro para quien no suele perderse este tipo de desafíos. A su asesor estrella, Santiago Caputo, le han escuchado más de una vez esta definición: “El día que no nos peleemos con nadie quiere decir que nos estamos equivocando”.
¿Cambio de estrategia? ¿De adversario político? Algunos dirigentes cercanos al Gobierno que lo venían proponiendo llegaron a ilusionarse. ¿Decidió Milei restarle relevancia a quien probablemente encabece la lista de candidatos en la provincia de Buenos Aires? “Es de cabotaje”, la describió él en una entrevista que Esteban Trebucq le hizo en LN+. ¿Prefiere acaso azuzar a Kicillof, rival de la expresidenta en la interna peronista? ¿O está envalentonado con encuestas propias que le vienen dando 46% de intención de voto en el distrito bonaerense? Para saberlo cabalmente hay que ser Milei: Javier o Karina. Pero algo parece estar modificándose.
Quienes arman la estrategia del oficialismo admiten desde hace tiempo que intentan recorrer el camino inverso que en su momento emprendieron Macri y Marcos Peña. En la campaña de 2017, por ejemplo. Entonces, todo el macrismo repetía en voz baja que prefería a Cristina Kirchner “libre y compitiendo”. Eran dos modelos opuestos de país. El final de aquella apuesta no se olvida: ella perdió ese año en la provincia de Buenos Aires contra Esteban Bullrich, pero por no tanto, unos 4 puntos, y esa diferencia no terminó de convencer al establishment económico de que el kirchnerismo llegara a su fin. Después vinieron la derrota en las primarias de 2019, la corrida cambiaria, el cepo y el eterno retorno.
Pero tampoco es que Milei haya decidido abandonar la confrontación. La viene ejerciendo abiertamente desde Davos, donde expuso críticas a la ideología de género que se materializaron esta semana en el decreto para limitar los tratamientos hormonales a menores de 18. Al revés que los de Macri, estos son debates contra lo políticamente correcto que el prospecto libertario contempla y promete intensificar. ¿Será porque aportan un aluvión de votos? No tantos: las encuestas oficiales afirman que no es “un tema de la gente” como, por ejemplo, la inflación o la inseguridad.
¿Cuál es entonces su propósito? Lo primero que habría que decir es que Milei está realmente convencido de esos argumentos, pero tiene además un motivo pragmático que sus colaboradores admiten: cada vez que discute con el progresismo agrupa en la misma vereda, de un solo golpe, a sectores que él considera casta y que hasta ahora parecían imposibles de juntar. Como si, reacio a la distinción clásica entre los partidos tradicionales, el Presidente prefiriera inclinarse por un trazo anterior, derecha versus izquierda. “Zurdos”. “Marxismo cultural”. Fue lo primero que señaló después de la marcha del sábado pasado, única convocatoria capaz de unir en una misma adhesión a, por ejemplo, Nicolás Kreplak y Horacio Rodríguez Larreta, dos que hace cuatro años se enfrentaban por la cuarentena o la apertura de escuelas. “Principio de revelación”, dicen en el oficialismo, donde llegan incluso a fantasear con una carambola para la elección porteña: que el exalcalde encabece una lista de diputados y le reste así votos al oficialismo del actual, Jorge Macri.
Detrás de ese rumbo elegido subyace la convicción de que la sociedad votó a La Libertad Avanza con un mandato acotado de prioridades. Inflación, inseguridad, cortes de calles. Punto. Por eso el futuro de Milei depende 100% de cómo le vaya a Luis Caputo, uno de los pocos ministros que no se pueden equivocar. Hay, todos los meses, una urgencia con el IPC que explica muchos de los pasos del Gobierno.
Las reuniones con empresas de medicina prepaga para que dejen de subir las cuotas, por ejemplo, algo que no está en ningún manual ortodoxo y que permitió el regreso a la Superintendencia de Servicios de Salud a alguien que venía peleado con el Gobierno desde hacía un año, Claudio Belocopitt, dueño de Swiss Medical. O la rectificación de los aumentos en la tarifa eléctrica que habían sido anunciados por el ente del sector. Como lo mostró ayer la medición de la ciudad de Buenos Aires, el gran desafío del IPC son los servicios no regulados, que dieron 4,3% en febrero, muy por arriba del 3,1% general.
Son conversaciones que Milei no tenía previstas durante la campaña electoral, pero que al Gobierno le cuestan bastante menos ahora que hace un año, cuando asumió con minoría en ambas cámaras y la expectativa general de cualquier insinuación de ajuste terminaría en un incendio.
Hay otra atmósfera y mayor autoridad en el Poder Ejecutivo. En el establishment económico puede haber objeciones al Gobierno, pero todos evitan hacerlas en público. Ese respeto pasmoso sí que volvió. Lo saben en la Unión Industrial Argentina, cuyo staff directivo se encontrará la semana próxima con el ministro de Economía. “Queremos colaborar: el Gobierno tiene que entender que nosotros fuimos víctimas del kirchnerismo”, dijo uno de los que estarán en el encuentro.
Viene además una etapa nueva y habrá que aprender a sobrevivir sin inflación. Algunos sectores ya han empezado a reconfigurarse. El textil, por ejemplo. En las cámaras anticipan que las cadenas más grandes –Nike, Adidas, Rever Pass– tendrán probablemente que dar vuelta la ecuación de lo que venían haciendo: si importaban el 20% y fabricaban el 80%, ahora deberán hacer 70%-30%. Para las pymes es más difícil. Hay ahí, dicen, un tenue y silencioso crecimiento de las operaciones en negro.
Dependerá también del management y del portafolio de negocios de cada una. En una misma industria como la automotriz, por ejemplo, pueden convivir empresas golpeadas como Nissan, que acaba de adelantar una parada de producción, y otras no tanto como Toyota, mayoritariamente enfocada en la exportación de pickups. La siderurgia y la construcción prevén crecer este año, pero no tanto como para recuperar el nivel de caída de 2024.
“Por lo menos que haya actividad”, repiten en la UIA. En todo caso, el reclamo que se permiten y le harán a Caputo no es más que una promesa de Milei: menos impuestos. “En la medida en que la economía crezca y no se comprometa el superávit”, les anticipó Caputo a algunos de ellos. Todo de modo paulatino y en equilibrio. “En su justa medida y armoniosamente”. Al revés que en la batalla cultural, donde se busca impacto y, por lo tanto, ya no sirve tanto hablarle a Cristina Kirchner. Un solo emoticón de Lali Espósito rinde más que varias cadenas nacionales.ß