Jonathan Arribas: “Crecer en un pueblo alimenta la fantasía”

“Crecer en un pueblo alimenta la fantasía”, afirma Arribas (Zamora, 1997), que estudió Derecho en Salamanca y fue residente de la Fundación Antonio Gala (2022-23). De niño recuerda disfrutar de mucho tiempo en libertad, y de adolescente el aburrimiento, que también se lleva bien con la imaginación. En la novela, que acaba de publicar Libros... Leer más La entrada Jonathan Arribas: “Crecer en un pueblo alimenta la fantasía” aparece primero en Zenda.

Feb 8, 2025 - 02:42
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Jonathan Arribas: “Crecer en un pueblo alimenta la fantasía”

Jonathan Arribas llegó a Madrid con 22 años para opositar a la abogacía del Estado; un año y medio después dejó el Derecho, salió del armario y empezó a escribir. Vallesordo, su primera novela, es un canto a la imaginación infantil ambientada en un pueblo de Zamora en 2010.

“Crecer en un pueblo alimenta la fantasía”, afirma Arribas (Zamora, 1997), que estudió Derecho en Salamanca y fue residente de la Fundación Antonio Gala (2022-23). De niño recuerda disfrutar de mucho tiempo en libertad, y de adolescente el aburrimiento, que también se lleva bien con la imaginación.

En la novela, que acaba de publicar Libros del Asteroide, se pone en la voz de un niño de diez años, apasionado por el baile e incomprendido por sus padres, que sueña con participar en la edición infantil de su reality favorito, Fama, ¡a bailar!.

Nico, el protagonista, ensaya sus coreografías encaramado a unas latas de Coca-Cola aplastadas a modo de zapatos de tacón mientras intenta convencer a alguien, sin mucho éxito, de que lo lleve al cásting.

El autor, que creció en un pueblo cercano a Zamora, reconoce que para él también fue importante ese programa. “Era un modo de ver otro mundo”, afirma. “Esas coreografías, todo ese color, esa manera de bailar (…), son cosas que nunca sucederían en un lugar como Vallesordo”.

Aunque el Vallesordo de Arribas es un lugar imaginario, se parece mucho a los pueblos de Montamarta y Palacios del Pan, Zamora, en los que se crió el autor, que reivindica otra mirada sobre el mundo rural.

“En la Universidad había un discurso de lo rural como paleto y parece que tienes que renegar de tus orígenes para convertirte en lo que representa esa gente“, recuerda de sus años universitarios.

Con la escritura se reconcilió. “Empecé a escribir intentando recuperar algo que sentía que había perdido o que me habían obligado a abandonar”.

También reconoce que en su propio mundo rural percibía un concepto negativo de ellos mismos. “Mi abuela no es consciente, no pone en valor su riqueza léxica o sus conocimientos de la naturaleza; por ejemplo, si una oveja está enferma, saber cómo curarla”.

Tanto el paisaje como el lenguaje de la zona tienen un papel destacado en la historia, que ahonda en temas como la mirada del otro y la extrañeza que produce, desde la mirada infantil, un mundo adulto lleno de luces y sombras: una madre con depresión, unos padres en proceso de divorcio, una abuela agotada pero también cómplice.

Pero por encima de todo, está la ilusión infantil como motor y la fuerza de la imaginación para salir adelante.

Para Arribas, descubrir la voz de su protagonista fue la clave para encontrar el tono de su historia. Cuando lo hizo, leyó todas las novelas que pudo con narradores infantiles, desde Tan fuerte, tan cerca, de Jonathan Safran Foer, a La vida ante sí, de Romain Gary.

Su paso por Madrid también fue clave para forjar su vocación, ya que hizo un máster de escritura donde pudo conectar con otras personas con sus mismas inquietudes; organizaban tertulias en un bar donde compartían y comentaban sus proyectos.

“La figura del escritor solitario en su habitación con sus demonios es muy peligrosa y no creo que ayude a la escritura”, afirma.

El mundo rural, los trabajos del campo, sus padres, su abuela y sus amigas le siguen inspirando y cree que dará para más.

“En los pueblos hay muchos silencios y creo que ese es un campo muy fértil para la literatura, romper ese silencio o insinuar que ese silencio esté ahí o rodearlo”, sugiere.

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