Donald Trump, ‘antiDEI’ y ‘antiGAP’
No es solo una guerra cultural la emprendida por el nuevo emperador global y su variopinta corte. Es una guerra social, demográfica, económica y política ‘Inquiokupa’, palabro injusto y mentiroso No sé si por propósito tardío de año nuevo o por preocupación temprana de mi casi inminente cumpleaños, pero el caso es que ando estos días mirando lo que ofrecen los gimnasios privados de mi zona, dado que de la lista de espera del polideportivo municipal no me llaman. Y así, me he topado con un programa o ejercicio que no conocía: GAP. Como en inglés gap es brecha, y nuestra vida y la de los gimnasios están invadidas por anglicismos, pensé que lo que me proponían era cerrar la evidente brecha que separa mi forma física de la media o de la deseable para mi edad y condición. Pues no. Resulta que GAP son las siglas de ‘Glúteos, Abdomen y Piernas’ y se refiere a “una rutina de tonificación en la que se trabajan estas áreas, en las que están implicados algunos de los músculos más grandes del cuerpo y aquellos que sostienen la espalda y la postura”. En conclusión: con un nuevo acrónimo lexicalizado hemos topado. Como os comenté aquí en abril pasado, “el XX fue llamado el siglo de las siglas y el XXI lleva camino de convertirse en el siglo de las siglas para todo. No ya solo para Estados, organismos, instituciones, empresas… tochos y tochas sino también para entes mucho más pequeños: departamentos, servicios, programas, procedimientos…”. A efectos de debate público, el acrónimo de estos días es otro: DEI. Basado en las siglas de Diversity, Equity and Inclusión (Diversidad, Equidad e Inclusión), las políticas DEI acumulan ya una larga historia en Estados Unidos. Una orden ejecutiva firmada el 6 de marzo de 1961 por el entonces presidente John F. Kennedy está considerada como el origen de todas esas políticas. En ella, Kennedy disponía que los contratistas públicos, las empresas que suministraban productos y servicios a la Administración, trataran a sus empleados de manera justa “sin importar su raza, credo, color u origen nacional”. En esos mismos años sesenta del siglo pasado se empieza a utilizar el término DEI para englobar todos los programas contra la discriminación tanto de las administraciones públicas estadounidenses como de las empresas y organizaciones privadas. Programas con los que ahora quieren acabar Donald Trump y el ejecutor de buena parte de sus motosierras, Elon Musk. No es solo una guerra cultural la emprendida por el nuevo emperador global y su variopinta corte. La de Trump es una guerra social, demográfica, económica y política, con fuego graneado contra muchos de los avances de las últimas décadas; y no solo los que ellos llaman despectivamente woke, también contra algunos otros de tradición liberal. Sus políticas antidiversidad, antiequidad, antiinclusión, antivacunas, antiinmigrantes, anticomercio, anticambioclimático, antitodo… son un antiGAP en toda regla. Ponen en peligro algunos de los músculos más grandes que sostienen la espalda y la postura de la sociedad actual, atentan contra la arquitectura civilizatoria global que nos hemos dado.
No es solo una guerra cultural la emprendida por el nuevo emperador global y su variopinta corte. Es una guerra social, demográfica, económica y política
‘Inquiokupa’, palabro injusto y mentiroso
No sé si por propósito tardío de año nuevo o por preocupación temprana de mi casi inminente cumpleaños, pero el caso es que ando estos días mirando lo que ofrecen los gimnasios privados de mi zona, dado que de la lista de espera del polideportivo municipal no me llaman. Y así, me he topado con un programa o ejercicio que no conocía: GAP. Como en inglés gap es brecha, y nuestra vida y la de los gimnasios están invadidas por anglicismos, pensé que lo que me proponían era cerrar la evidente brecha que separa mi forma física de la media o de la deseable para mi edad y condición.
Pues no. Resulta que GAP son las siglas de ‘Glúteos, Abdomen y Piernas’ y se refiere a “una rutina de tonificación en la que se trabajan estas áreas, en las que están implicados algunos de los músculos más grandes del cuerpo y aquellos que sostienen la espalda y la postura”. En conclusión: con un nuevo acrónimo lexicalizado hemos topado.
Como os comenté aquí en abril pasado, “el XX fue llamado el siglo de las siglas y el XXI lleva camino de convertirse en el siglo de las siglas para todo. No ya solo para Estados, organismos, instituciones, empresas… tochos y tochas sino también para entes mucho más pequeños: departamentos, servicios, programas, procedimientos…”.
A efectos de debate público, el acrónimo de estos días es otro: DEI. Basado en las siglas de Diversity, Equity and Inclusión (Diversidad, Equidad e Inclusión), las políticas DEI acumulan ya una larga historia en Estados Unidos. Una orden ejecutiva firmada el 6 de marzo de 1961 por el entonces presidente John F. Kennedy está considerada como el origen de todas esas políticas. En ella, Kennedy disponía que los contratistas públicos, las empresas que suministraban productos y servicios a la Administración, trataran a sus empleados de manera justa “sin importar su raza, credo, color u origen nacional”.
En esos mismos años sesenta del siglo pasado se empieza a utilizar el término DEI para englobar todos los programas contra la discriminación tanto de las administraciones públicas estadounidenses como de las empresas y organizaciones privadas. Programas con los que ahora quieren acabar Donald Trump y el ejecutor de buena parte de sus motosierras, Elon Musk.
No es solo una guerra cultural la emprendida por el nuevo emperador global y su variopinta corte. La de Trump es una guerra social, demográfica, económica y política, con fuego graneado contra muchos de los avances de las últimas décadas; y no solo los que ellos llaman despectivamente woke, también contra algunos otros de tradición liberal. Sus políticas antidiversidad, antiequidad, antiinclusión, antivacunas, antiinmigrantes, anticomercio, anticambioclimático, antitodo… son un antiGAP en toda regla. Ponen en peligro algunos de los músculos más grandes que sostienen la espalda y la postura de la sociedad actual, atentan contra la arquitectura civilizatoria global que nos hemos dado.