Cartas nº17 – 19
Correspondencia manuscrita del Maestro de la República Abel Bravo del Rincón, dirigida al canónigo Bruno Morey Fiol, durante los años de 1943 a 1960. Entre ambas circunstancias, con palabras sinceras, silencios naturales, fechas y recuerdos, consiguen ambos narrar el equilibro entre la confrontación y lo natural de sentir, pensar, convivir y así sobrevivir. ***** En 1960, desde... Leer más La entrada Cartas nº17 – 19 aparece primero en Zenda.
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Correspondencia manuscrita del Maestro de la República Abel Bravo del Rincón, dirigida al canónigo Bruno Morey Fiol, durante los años de 1943 a 1960. Entre ambas circunstancias, con palabras sinceras, silencios naturales, fechas y recuerdos, consiguen ambos narrar el equilibro entre la confrontación y lo natural de sentir, pensar, convivir y así sobrevivir.
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En 1960, desde Alcantarilla (Murcia)
Sobrevuelan en esta historia numerosas preguntas. ¿Cómo es posible que un proceso tan vibrante y con tantos seres humanos involucrados en aportar deviniera en una brutal guerra civil, y en un régimen represivo a continuación? Si aquella labor pedagógica, no improvisada, sino con una plantilla de maestros preparados a conciencia, nos dio tantos seres amables, particulares, cultos e inquietos, ¿porqué no se continuó o retomó décadas después? Y si estaba todo ensayado y el resultado permitía conformar una sociedad más sana, justa, más plena, con un concepto alejado de ideologías e interferencias, que se centraba en aportar los “nutrientes” adecuados, y en el hecho prioritario de ser “conscientes”, ¿cuál es la razón de que hoy sea olvido y se impongan memorizaciones insensatas, excelencias por revisar, o que personas jóvenes sientan un gran desánimo por no estar a la altura numérica de las calificaciones que se le exigen, o entren en pánico ante los suspensos, pero no ante el desconocimiento?
Aquí, Abel ya no es un desconocido. Su historia y vicisitudes se están dando a conocer, son públicas, son la otra razón al homenaje en Valldemossa. En la carta número 17 (en febrero), cuando José María ya reside en España, el maestro retoma sus respuestas a Morey Fiol. «Querido Bruno: Empiezo a dar señales de vida. Antes de Navidad, muy ocupado. Después, una Doble Pulmonía que me ha tenido muy alicaído… Recibí tu carta del 14 de diciembre felicitándome».
En abril, parece repuesto, aunque sus párrafos son breves, llenos del inmenso cariño y agradecimiento habitual, pero muy escuetos, salvo en la carta 18, que, tras el protocolo de saludos, gratitud, preguntas cordiales, pasa a profundizar: «…Hay que Civilizar a las gentes. Cuesta mucho el conseguir que dejen de ser Cerriles, sinónimo de Vulgares, pero hay que intentarlo. Ya lo dices tu también en una de tus muchas frases lapidarias: A los hombres vulgares les cuesta mucho perdonar. Pero hemos dado un gran paso cuando hemos conseguido que un Cerril empiece a actuar como Civilizado. Eso ha sucedido con el individuo a quien evité que lo Pasearan en Baños y Mendigo… A pesar de ese favor, me tenía un Odio Mortal. Lo dominaba la Envidia. Al acabar la Guerra, lo nombraron Alcalde. Me denunciaron por un hecho insignificante. Le pidieron informes míos y los dio muy malos. Se sobrepuso la Envidia…».
Acaso tenga razón, y en parte coincida con lo que pensaban los domadores de fieras, en espectáculos y circos por aquellos años: que no hay cosa más peligrosa que un animal domado, o civilizado, a medias. Y no solamente fueron “malos”, sino que sumaron exageraciones como si lanzaran confeti durante un festejo: que si la biblioteca de Baños y Mendigo tenía tal cantidad de libros que serían necesarios, no uno, sino varios camiones para su traslado a donde fuera, o que impedía que se nombrara a Dios en la escuela, o que propagaba ideas muy extrañas y que tenía en sus estancias muchísimos y muchísimos medicamentos.
Cuando Abel es cesado en mayo de 1937 de la escuela mixta de Baños y Mendigo, cobraba cinco mil pesetas (tras su ascenso en 1931), vivía en la calle La Virgen, junto al carpintero Emilio, los jornaleros José, Manuel o Baldomero, el barbero Francisco, el dependiente Marcelo, e impidió como mejor pudo o supo aquellos desmanes. Un suceso que explica más el caos vivido por el maestro, en aquella y otras localidades, es el de la niña Lutgarda García Lorente, nacida allí, que nos da una idea de lo que es y no es, de lo que parece y resulta no ser cierto, pero aquel naufragio engullía cualquier normalidad. En 1939, cuando ella tiene trece años y Abel está en la prisión de Totana, Lutgarda envía un escrito a las autoridades de Murcia: Natural de Baños y Mendigo, acogiéndome a los privilegios concedidos a los hijos de familias perseguidas y deseando examinarme en la próxima convocatoria de enero de Primer Curso de Bachillerato, suplica a V.I. se digne ordenar la correspondiente inscripción de matrícula. Pero una ampliación a lo que pide la niña, recoloca la situación: No habiendo estudiado durante el periodo marxista por persecución a mis familiares, y considerándome incluida en Art º4 de la O.M. de Julio de 1939… pido se me conceda la dispensa de escolaridad del Tercer Curso, previo al abono de los derechos correspondientes… Se le concede en junio de 1940, e ingresará en el instituto femenino Saavedra Fajardo, en Murcia capital; su media escolar era de 7,5, destacaba en filosofía y en francés, recibiendo el Título de Bachiller expedido a mi favor por la Universidad Literaria de Murcia en 1944, a los 19 años. En el año 2004, Lutgarda se jubiló, recibiendo la Medalla por los 50 años de Colegiación como farmacéutica, en un homenaje al que acudieron consejeros y alcaldes. Qué cosas tiene la historia, que reúne al farmacéutico que no pudo ser Abel con una farmacéutica que sí lo fue, y los medicamentos otra vez por ahí en danza.
«Diez años después, volvieron a pedir informes míos para reingresar. Intervino un amigo y los dio buenísimos. Reingresé. Le dí las gracias. Le recordé lo que yo hice por él, que a mi me debe la vida. Le he saludado donde quiera que lo he visto. Y ahora es él, el que me llama para saludarme, y charlar, si yo no lo veo. ¿Se portó, este individuo, como un Cerril cuando, debiéndome la vida, dio Malos Informes de mi? Evidentemente. ¿Se portó este individuo como una persona Civilizada, cuando sobreponiéndose a la envidia, dio Buenos Informes míos, y, después, me llama para saludarme, elogiar mi labor profesional con sus 5 hijos, y manifestarme su sentimiento porque no pude hacer con sus nietos la labor que hice con sus hijos, uno de ellos “anormal”, a quien enseñé a Leer, Escribir y Contar? Evidentemente: Este No es Mi Juan. Hemos Ganado una batalla a los Cerriles. En algunos aspectos los hemos hecho actuar como Civilizados… Antes de acabar te diré: Que paso las semanas en casa de un amigo jabonero, en Torreagüera, encargándome de la educación de sus 3 niños. Vengo aquí los sábados por la tarde y regreso los lunes. Quisiera saber qué días piensas pasar por Alcantarilla, en dirección a Mula, para venir a esperarte…».
Los recordatorios escritos, durante meses alternos, toman la forma de diario repentino. «El día 26 de Julio de 1960 envié a Bruno un telegrama a Valldemosa que decía: Reitero agradecimiento aniversario Homenaje. Abel». El día 6 de octubre de 1960: «Envío a Bruno un telegrama a Palma, Jardín Botánico, 15; 5º, 3ª: Muchísimas Felicidades, Abel». El 2 de Noviembre, con apenas unas líneas, deja constancia de que el 2 de noviembre de 1960, con fecha 31 de octubre, «Recibí carta de Francisco y Rafael Nadal Comas, comunicándome el fallecimiento de Miguel Morey Fiol, hermano de Bruno. El mismo día 2, por la tarde, envío a Bruno un telegrama de pésame dirigido a Ca’l Abat, Deya, en la que le decía: “Mi más profundo pésame”». Y escribe apresurado un olvido no anotado en septiembre: «Envié a Bruno a Valldemosa el siguiente telegrama: Saludos Cariñosos: Reitero mi Agradecimiento. Abel. Envío a Bruno un paquete certificado que contiene: Una Dolorosa de Salzillo, tamaño pliego de papel barba, Oración del Huerto, tamaño igual, Beso de Judas-Salzillo, tamaño un poco menor…».
Este protocolo de lo correcto, el de disculparse por no contestar a tiempo, el de “cumplir” con fechas, festejos, cumpleaños y el recibimiento del año Nuevo, son su gran constante. Y, en especial, transmitir a su exalumno que, aunque no conteste, no existe olvido, sólo hay enfermedades, cada vez más agudas y prolongadas, o sucede que sigue trabajando con horarios intempestivos, y quizá sea lo que le mantuvo activo, el seguir vinculado a lo que mejor sabía hacer, y a lo único que en verdad deseaba hacer: ¡Enseñar!, palabra que Abel escribirá habitualmente con mayúsculas.
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