¿Sobreactuar oposición o construir una alternativa?

Mucho se ha dicho y escrito sobre la nueva realidad política argentina a partir del resultado de la elección de 2023. Sobre sus causas, ya nadie discute el fracaso de la oferta política tradicional durante décadas y su impacto negativo en la vida cotidiana de los ciudadanos. Así también, pocos discuten ya acerca de la configuración de quienes vinieron, voto popular mediante, a reemplazar aquella oferta. Mas allá de las etiquetas, la Argentina está siendo conducida por una construcción política novedosa en algunos aspectos instrumentales, pero no muy diferente a ejemplos de un pragmatismo de derechas ya ensayado en otras latitudes.La letra y música del desembarco oficialista ya sonaba en las tribunas previas al 2023, al ritmo de Los Piojos (Civilización, 2007).“Hay algo que está sonando,Seguro que ya lo oíasLa tierra está vibrandoCon distinta melodía”Lo curioso es que, si bien la primera estrofa sirvió y sirve al canto oficialista, la segunda estrofa de la misma canción pareciera escrita directamente al corazón de la oposición.“Ni dioses locos de furiaNi demonios vengativosNi naves extraterrestresNi algún cometa perdido”Otra certeza en este campo. Casi nadie duda de que la oposición a Milei, configurada en todos aquellos que no fueron votados en 2023, luce hoy su peor cara. Desorientación, disgregación, incoherencias varias y, salvo en algún caso puntual, nula eficacia en cuanto al impacto social. Si tomamos el calendario surge la pregunta obvia: ¿será también así en el impacto electoral de este año?La segunda estrofa de la canción está, por ahora, huérfana de quien se haga cargo de ella. Esa orfandad, es cierto, tiene múltiples causas. Pero creo que la raíz de todas ellas, el núcleo central del problema, está en la distinción de ser oposición o alternativa. Aunque parezca sencillo, ignorar la enorme diferencia entre una y otra condujo a años de frustraciones a muchas variantes políticas. Y lo que es peor, a graves lesiones al sistema democrático, sometido a vaivenes pendulares durante buena parte de nuestra historia.Las alternativas son mucho más que las oposiciones. Ser opositor demanda menos: política, emocional y hasta materialmente. Es una zona de confort: quien la vive desde adentro, corre el riesgo de convertirse en un simple comentarista de la realidad, o, como alguna vez se dijo, un “perro ladrándole a la luna”. Construir una alternativa, al contrario, implica tomar riesgos, aguantar embates, salir a disputar votos y, esencialmente, construir agenda y relato propios.La historia reciente enseña que, sobre todo en los cambios de gobierno, la agenda opositora está dominada por el “anti”. Frente al impacto y posterior desorientación, los que pierden creen que ese es el camino. Allí aparecen entonces algunos fenómenos populares que se le plantan al oficialismo y confunden aún más a los opositores. En 2011, CFK ganó con más votos que en 2007 y en el medio estuvo el conflicto con el campo por la 125. Mucho más cerca en el tiempo, Macron fue reelecto luego de los chalecos amarillos, y Chile no pudo reformar la constitución de Pinochet pese a los estallidos del 2019, Boric mediante.En 2015, Cambiemos fue receptor de muchos fenómenos opositores ocurridos en más de una década kirchnerista, es cierto. Pero también fue, ante todo, la promesa de bajar la inflación, pobreza cero y combate contra la corrupción. Está claro que hoy resulta mucho más difícil, para quienes “vienen de ese palo”, construir alternativa con iguales consignas.Aun así, tampoco creo que el camino sea solo a través de la agenda pública que no controla el gobierno. Lo que algunos llaman hoy “la agenda de las marchas”, me temo que servirá para configurar opositores más o menos duros, pero que no saldrán del área donde se sienten seguros y cómodos. Difícilmente de allí surjan liderazgos que desafíen al poder establecido. Una agenda minoritaria y reactiva no se convierte en mayoritaria porque sí. La oposición crónica se limita a responder y criticar, con distintos grados de lucidez, según las circunstancias y los intérpretes; poner sobre la mesa una alternativa supone creatividad, determinación, visión de futuro y expectativas reales de alcanzar el poder.¿Y entonces? Como en los grandes desafíos democráticos, no hay un manual de instrucciones ni respuestas prefabricadas. Sí estoy convencido de que hace falta un profundo “mea culpa”, no para la autoflagelación, pero sí para reconocer que durante mucho tiempo se navegó por rutas equivocadas, que deben ser identificadas para no volver a transitarlas. También hay que salir del “no lugar” donde todo vale (y por eso mismo, nada queda), para encontrar “el” lugar. El de un capitalismo moderno y competitivo, un Estado eficaz y presente (no omnipresente), una base ética de valores republicanos y una inserción inteligente en un mundo que, si recorremos ese sendero, tiene un lugar para nuestra Argentina.Ojalá la elección de este año no sea un aporte más a la confusión, sino la siembra de algo más profundo que

Feb 7, 2025 - 02:07
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¿Sobreactuar oposición o construir una alternativa?

Mucho se ha dicho y escrito sobre la nueva realidad política argentina a partir del resultado de la elección de 2023. Sobre sus causas, ya nadie discute el fracaso de la oferta política tradicional durante décadas y su impacto negativo en la vida cotidiana de los ciudadanos. Así también, pocos discuten ya acerca de la configuración de quienes vinieron, voto popular mediante, a reemplazar aquella oferta. Mas allá de las etiquetas, la Argentina está siendo conducida por una construcción política novedosa en algunos aspectos instrumentales, pero no muy diferente a ejemplos de un pragmatismo de derechas ya ensayado en otras latitudes.

La letra y música del desembarco oficialista ya sonaba en las tribunas previas al 2023, al ritmo de Los Piojos (Civilización, 2007).

“Hay algo que está sonando,

Seguro que ya lo oías

La tierra está vibrando

Con distinta melodía”

Lo curioso es que, si bien la primera estrofa sirvió y sirve al canto oficialista, la segunda estrofa de la misma canción pareciera escrita directamente al corazón de la oposición.

“Ni dioses locos de furia

Ni demonios vengativos

Ni naves extraterrestres

Ni algún cometa perdido”

Otra certeza en este campo. Casi nadie duda de que la oposición a Milei, configurada en todos aquellos que no fueron votados en 2023, luce hoy su peor cara. Desorientación, disgregación, incoherencias varias y, salvo en algún caso puntual, nula eficacia en cuanto al impacto social. Si tomamos el calendario surge la pregunta obvia: ¿será también así en el impacto electoral de este año?

La segunda estrofa de la canción está, por ahora, huérfana de quien se haga cargo de ella. Esa orfandad, es cierto, tiene múltiples causas. Pero creo que la raíz de todas ellas, el núcleo central del problema, está en la distinción de ser oposición o alternativa. Aunque parezca sencillo, ignorar la enorme diferencia entre una y otra condujo a años de frustraciones a muchas variantes políticas. Y lo que es peor, a graves lesiones al sistema democrático, sometido a vaivenes pendulares durante buena parte de nuestra historia.

Las alternativas son mucho más que las oposiciones. Ser opositor demanda menos: política, emocional y hasta materialmente. Es una zona de confort: quien la vive desde adentro, corre el riesgo de convertirse en un simple comentarista de la realidad, o, como alguna vez se dijo, un “perro ladrándole a la luna”. Construir una alternativa, al contrario, implica tomar riesgos, aguantar embates, salir a disputar votos y, esencialmente, construir agenda y relato propios.

La historia reciente enseña que, sobre todo en los cambios de gobierno, la agenda opositora está dominada por el “anti”. Frente al impacto y posterior desorientación, los que pierden creen que ese es el camino. Allí aparecen entonces algunos fenómenos populares que se le plantan al oficialismo y confunden aún más a los opositores. En 2011, CFK ganó con más votos que en 2007 y en el medio estuvo el conflicto con el campo por la 125. Mucho más cerca en el tiempo, Macron fue reelecto luego de los chalecos amarillos, y Chile no pudo reformar la constitución de Pinochet pese a los estallidos del 2019, Boric mediante.

En 2015, Cambiemos fue receptor de muchos fenómenos opositores ocurridos en más de una década kirchnerista, es cierto. Pero también fue, ante todo, la promesa de bajar la inflación, pobreza cero y combate contra la corrupción. Está claro que hoy resulta mucho más difícil, para quienes “vienen de ese palo”, construir alternativa con iguales consignas.

Aun así, tampoco creo que el camino sea solo a través de la agenda pública que no controla el gobierno. Lo que algunos llaman hoy “la agenda de las marchas”, me temo que servirá para configurar opositores más o menos duros, pero que no saldrán del área donde se sienten seguros y cómodos. Difícilmente de allí surjan liderazgos que desafíen al poder establecido. Una agenda minoritaria y reactiva no se convierte en mayoritaria porque sí. La oposición crónica se limita a responder y criticar, con distintos grados de lucidez, según las circunstancias y los intérpretes; poner sobre la mesa una alternativa supone creatividad, determinación, visión de futuro y expectativas reales de alcanzar el poder.

¿Y entonces? Como en los grandes desafíos democráticos, no hay un manual de instrucciones ni respuestas prefabricadas. Sí estoy convencido de que hace falta un profundo “mea culpa”, no para la autoflagelación, pero sí para reconocer que durante mucho tiempo se navegó por rutas equivocadas, que deben ser identificadas para no volver a transitarlas. También hay que salir del “no lugar” donde todo vale (y por eso mismo, nada queda), para encontrar “el” lugar. El de un capitalismo moderno y competitivo, un Estado eficaz y presente (no omnipresente), una base ética de valores republicanos y una inserción inteligente en un mundo que, si recorremos ese sendero, tiene un lugar para nuestra Argentina.

Ojalá la elección de este año no sea un aporte más a la confusión, sino la siembra de algo más profundo que, aún con los riesgos cuantitativos de toda cita electoral, nos depare un avance cualitativo para generar una democracia con equilibrios y alternancias.