Si el cerebro tuviera diferentes formas, según la ocupación o pasión de cada cual, el de María Fasce (Buenos Aires, 1969) debería ser como una enorme biblioteca. Anaqueles y armarios llenos de libros en una secuencia infinita hasta llegar a lo que es: una editora de primera división (Alfaguara, Lumen y Reservoir Books) y una novelista potentísima. Primero fue lo de escribir, siendo adolescente, y luego vino lo de leer lo que hacen otros, bucear en montañas de manuscritos para extraer el material con que están hechos los éxitos, que no siempre es el mismo. Entrevistamos estos días a Fasce por su condición de escritora y ganadora del último premio de novela Café Gijón con El final del bosque (Siruela), aunque en la conversación se va a cruzar, cómo no, su oficio de cazatalentos literarios y algún fenómeno que nació de su fino olfato personal, léase Carmen Mola. La descubridora de este trío anónimo durante cinco años convivió con el secreto, de la misma forma que los protagonistas de su libro premiado sostienen los suyos. Porque de eso va este título, de tres hermanos que se reencuentran en el bosque de su infancia, callando más que hablando, y del silencio familiar que encubría muchas verdades. También va de un suceso, cuyo único testigo serán esos árboles y las miradas contradictorias de sus personajes.

La mezcla permanente entre la literatura y la vida como vasos comunicantes es mi modo de vivir

No entiendo quienes dicen que escriben para sí mismos. Si eres escritor, te tienes que someter al juicio de los demás

La edición es el oficio más maravilloso del mundo, es apasionante, porque además lo realizas en equipo

Escribimos, idealmente, para entretener, emocionar, y también para procesar algo y entender

Me vale con dos páginas para saber si un libro merece la pena. Cuando el comienzo es inaceptable, no necesito leer más