Un invierno de cuatro años: el impacto en la Tierra del asteroide por el que advierte la ONU podría ser devastador
La colisión en nuestro planeta podría implicar alteraciones drásticas, incluyendo un descenso global de las temperaturas.
Un invierno nuclear de cuatro años, sumado a un descenso global de temperaturas de hasta 4 grados centígrados y una reducción del 15 % en las precipitaciones a nivel mundial. Estas serían las consecuencias significativas que podría generar el impacto de un asteroide con un tamaño de 500 metros de diámetro.
Así lo informó un estudio publicado en la revista Science Advances, en una semana donde la NASA y la Agencia Espacial Europea (ESA) anunciaron que un asteroide de entre 40 y 90 metros podría impactar la Tierra el 22 de diciembre de 2032.
El análisis fue realizado por un equipo dirigido por el Centro de Física del Clima, del Instituto de Ciencias Básicas de la Universidad Nacional de Pusan (Corea del Sur). Utilizaron como modelo para el estudio al asteroide Bennu, cuyo posible impacto también se monitoriza y se calcula para 2182.
Asteroide Bennu: que pasaría si chocara con la Tierra
La investigación reveló que el impacto dejaría inyecciones de entre 100 y 400 millones de toneladas de polvo a la atmósfera, con alteraciones drásticas en el clima, la química atmosférica y la fotosíntesis global en los 3 o 4 años siguientes al choque.
Entre los peores daños, este objeto traería a la atmósfera hasta 400 millones de toneladas de polvo que, sumado a aerosoles, escombros y cenizas, produciría un oscurecimiento solar.
Esto dejaría como resultado un enfriamiento global de la superficie terrestre de hasta 4 grados, una reducción de las precipitaciones medias globales del 15% y un grave agotamiento del ozono de alrededor del 32%, desencadenando un invierno global y caídas extremas de la productividad primaria neta.
El potencial impacto en la fotosíntesis y la seguridad alimentaria
Asimismo, un 'invierno de impacto' causado por el polvo persistente podría afectar gravemente a la fotosíntesis global. En detalle: la productividad primaria neta terrestre podría desplomarse hasta un 36% y la marina hasta un 25%. En cuanto a nuestra región, estos impactos podrían ser mucho más pronunciados.
Ese invierno abrupto proporcionaría unas condiciones climáticas desfavorables para el crecimiento de las plantas, lo que provocaría una reducción inicial del 20-30% de la fotosíntesis en los ecosistemas terrestres y marinos, lo que probablemente causaría trastornos masivos en la seguridad alimentaria mundial.
Los datos de los modelos, sin embargo, apuntan que el crecimiento del plancton mostraba un comportamiento completamente distinto, pues se recuperaba en solo seis meses e incluso aumentaba después hasta niveles que ni siquiera se veían en condiciones climáticas normales.
Dependiendo del contenido en hierro del asteroide y del material terrestre, que es expulsado a la estratosfera, las regiones que de otro modo estarían desprovistas de nutrientes podrían enriquecerse con hierro biodisponible, lo que a su vez desencadenaría una proliferación de algas sin precedentes.
Si el asteroide produjera polvo especialmente rico en hierro, las diatomeas (unas algas unicelulares imprescindibles para mantener la vida marina) podrían florecer en el Pacífico ecuatorial oriental y en el océano Antártico durante los tres años siguientes.
Los autores señalan que estos resultados no tienen en cuenta los efectos adicionales de las emisiones de hollín y azufre de los incendios forestales.
Los impactos de objetos se han producido muchas veces en la historia de la Tierra y el último gran asteroide conocido fue el que creó el cráter de Chicxulub, al noroeste de México, que acabó con los dinosaurios.
Aquel asteroide que colisionó con la Tierra hace 66 millones de años tenía unos diez kilómetros de diámetro, frente a los 500 metros de Bennu, el usado para esta simulación.