Trump resucita el petrodólar con una llamada de teléfono
Con Donald Trump estamos ante un genio de la comunicación política y de la negociación. Es un Julio César, un Fernando el Católico, un Napoleón. No se reconoce porque lo impiden el sectarismo de los legacy media y el odio de las oligarquías enriquecidas con el timo climático y las guerras, que crean la galería … Continuar leyendo "Trump resucita el petrodólar con una llamada de teléfono"
Con Donald Trump estamos ante un genio de la comunicación política y de la negociación. Es un Julio César, un Fernando el Católico, un Napoleón. No se reconoce porque lo impiden el sectarismo de los legacy media y el odio de las oligarquías enriquecidas con el timo climático y las guerras, que crean la galería de villanos y héroes.
En la presidencia del corrupto Biden (¿por qué si no ha indultado preventivamente, desde el 1 de enero de 2014, a su hijo, sus hermanos y sus cuñadas?) se hablaba de la decadencia del dólar como moneda de reserva y del refuerzo de los BRICS como polo económico enfrentado a Estados Unidos. En ese desorden de cosas, Arabia Saudí, que tiene un vínculo íntimo con Washington desde 1945 (petróleo a cambio de seguridad, la cual no es sólo militar), optó por acercarse a sus vecinos continentales asiáticos y alejarse de su protector.
En 2022, el régimen aceptó vender a China petróleo abonado en yuanes y, por mediación de Pekín, reanudó las relaciones diplomáticas con Irán. En 2023, pactó con Rusia reducir la producción de petróleo para aumentar su precio. Además, recibió la invitación para adherirse a los BRICS. Y en junio de 2024, Riad provocó un seísmo geopolítico (ignorado en España) al renunciar a renovar el convenio con Estados Unidos que había creado el petrodólar; es decir, el compromiso de los saudíes de vender su petróleo exclusivamente en dólares y, además, de reinvertir parte de ese chorro en la compra de deuda pública y bienes producidos en EEUU. Desde luego, estas medidas no iban a derrocar al dólar estadounidense del lugar que ocupa en el comercio mundial, pero podían señalar el comienzo de su retirada.
Ante un presidente decrépito y un imperio en retroceso, los vasallos más audaces buscaban nuevos aliados, hasta que el anciano ha salido de la Casa Blanca.
Trump, que ha comenzado su segundo mandato con una energía insospechada en una persona de 78 años de edad, cuya alimentación preferida consisten en hamburguesas y Coca-Cola light, ha carraspeado y la casa real de Saud ha regresado al bando correcto. En 2017, el neoyorquino realizó su primer viaje internacional no al Reino Unido, sino a Arabia Saudí. La semana pasada, un periodista le preguntó en el Despacho Oval si volvería a viajar al reino árabe y el presidente se limitó a decir que lo haría, pero únicamente si el país, cuyo PIB es el décimo noveno del mundo (el español es el décimo cuarto) comprase muchos más productos a EEUU.
Sólo horas después, el gobernante real de Arabia Saudí, Mohamed bin Salmán, que cumplirá en agosto cuarenta años, telefoneó a Trump. El príncipe le dijo al republicano, según la agencia oficial saudí, que estaba convencido de que en EEUU se iba a iniciar una nueva época de prosperidad en la que su país quería participar, por lo que le anunció una inversión de 600.000 dólares en los próximos cuatro años. Así ha reanimado Trump el petrodólar. Y sin duda dentro poco asistiremos a otros movimientos en el campo internacional por parte de Arabia Saudí y de los emiratos del golfo Pérsico.
Pasemos al conflicto más caliente y, para los europeos, el más importante: la invasión rusa de Ucrania. El día 19, la víspera de la ceremonia de inauguración, el Washington Post, propiedad del multimillonario Jeff Bezos, uno de los asistentes al acto, publicó una exclusiva en la que revelaba que la destrucción de varios cables de comunicaciones submarinos en el mar Báltico no se debió a sabotajes por parte de Rusia, sino a los accidentes causados por barcos de los países de la OTAN. ¿Es éste uno de los puentes que está construyendo la Casa Blanca con el Kremlin?
El 22, Trump colgó en Truth Social un escrito en el que declaraba su amor por los rusos, mencionaba la buena relación que tuvo con Vladímir Putin, denunciaba el montaje por parte de sus rivales demócratas del Rusiagate, elevaba el número muertos de la URSS frente a Alemania a 60 millones y pedía al presidente ruso que detuviera la «ridícula guerra» de Ucrania. De lo contrario, aplicaría tarifas y sanciones a todos los productos vendidos en EEUU por Rusia y sus aliados.
Y entre los decretos firmados por Trump en sus primeros momentos uno de ellos suspendía toda la ayuda internacional por parte de Estados Unidos durante noventa días, plazo en el que se auditarían los programas. La suspensión afecta también a los suministros de armamento y dinero para Ucrania, donde existe la sospecha de corrupción y hasta de financiación para el Partido Demócrata.
Sin embargo, la oposición en la ciénaga de Washington ya está mostrando su poder. Tres senadores republicanos votaron en contra del nombramiento de Pete Hegseth como secretario de Defensa. El vicepresidente JD Vance tuvo que acudir al Senado para romper el empate con su voto de calidad. En la línea marcada por Trump, Hegseth es partidario de orientar las fuerzas armadas hacia el Pacífico y Asia, mientras que uno de los senadores republicanos que votó en su contra, Mitch McConnell, considera que el primer objetivo de la política exterior debe ser la victoria de Ucrania sobre Rusia.
Un anticipo de que el nuevo presidente va a encontrar resistencia a sus planes en ambos partidos y dentro del Estado para detener la guerra. ¡Quizás los encuentre hasta en la Unión Europea! ¿Por qué no hay una editorial española que traduzca The Art of the Deal, siquiera alguna de las que han publicado hasta el año pasado panfletos contra Trump y biografías de Kamala Harris?