Rabelais: una obra completa que se hacía esperar
Por supuesto, son los cinco libros del Gargantúa y Pantagruel los que destacan sobre el resto (si bien es cierto que no está claro que el quinto se deba a Rabelais; no obstante, parece que al menos algunos fragmentos sí salieron de su pluma), firmados con una versión reducida de su anagrama «Alcofribas Nasier». Los... Leer más La entrada Rabelais: una obra completa que se hacía esperar aparece primero en Zenda.
François Rabelais pertenece a esa nómina de autores cuya obra completa resulta difícil de reseñar pues atesora un mundo, al igual que sucede con Homero, Virgilio, Murasaki Shikibu, Dante, Cervantes o Dostoievski. ¿Cómo sintetizar, en tres o cuatro párrafos, las dimensiones de la Ilíada + la Odisea, la Eneida + las Bucólicas + las Geórgicas, el Genji monogatari + El diario, etcétera, etcétera? Encomiable tarea en su sinsentido. Por ello, nos proponemos comentar esta maravillosa y necesaria edición de Abada como tal edición, no los pormenores de cada texto, que el lector podrá disfrutar (y disfrutará muchísimo) acercándose a ellos directamente. Así, en alrededor de 1600 páginas, se reúnen el Gargantúa y Pantagruel, los Pronósticos y almanaques, los Textos menores, La Sciomaquia y las Cartas y dedicatorias, además de los 689 grabados y los 120 dibujos (Los sueños droláticos de Pantagruel) debidos a Gustave Doré. Ahí es nada.
Por supuesto, son los cinco libros del Gargantúa y Pantagruel los que destacan sobre el resto (si bien es cierto que no está claro que el quinto se deba a Rabelais; no obstante, parece que al menos algunos fragmentos sí salieron de su pluma), firmados con una versión reducida de su anagrama «Alcofribas Nasier». Los dos gigantes del título se convierten en sinónimo del exceso; su desmesurado carácter no le va a la zaga a su desmesurada talla. Se trata de una obra inclasificable, construida a partir de la mezcla de géneros (ensayo, novela, crónica o, incluso, poesía) y un lenguaje exuberante; casi un tema en sí mismo, como leemos en el prólogo a la presente edición: «Lo decisivo es que Pantagruel recorrió el lenguaje: todos los lenguajes posibles (incluso alguno de los imposibles)» (p. 27). Está plagado de invenciones lingüísticas, juegos de palabras y referencias culturales y librescas, aunque con una carga humorística y satírica que pocas veces se ha manejado con tanto gusto en la historia de la literatura, como cuando, en el capítulo XVII (primer libro), Gargantúa, apoyado en las torres de la iglesia de Notre-Dame, saluda de una curiosa forma a los habitantes de París: «sonriendo, se abrió la bragueta y, sacando la méntula al aire, los someó tan abundantemente que ahogó a doscientos sesenta mil cuatrocientos dieciocho, sin contar las mujeres y los niños» (p. 127). Pantagruélico, en efecto.
El trabajo de Juan Barja y Patxi Lanceros, traductores y autores de las notas, resulta de gran ayuda para comprender la obra de Rabelais, ubicada en ese complicadísimo siglo XVI: la expansión geográfica, la Reforma protestante, el Concilio de Trento, la consolidación de los imperios europeos… Así, en el capítulo XLV (cuarto libro), encontramos a Pantagruel desembarcando en la Isla de los papahígas, quienes se encuentran sometidos por los papimanos por haberle hecho aquellos la higa al retrato papal. Como respuesta, colocaron un higo en los genitales de una mula; así, los papahígas que quisieran evitar la condena a muerte «tendrían que arrancar, públicamente, a la mula la higa con los dientes, y ajustársela luego en el mismo lugar sin para ello ayudarse con las manos» (p. 958). A nadie se le escapará cómo Rabelais escenifica cómicamente la pugna entre católicos y protestantes. Pasajes a la manera de espejos de la sociedad de su tiempo hay muchos a lo largo de estas páginas, y se ven iluminados tanto por las mencionadas notas preparadas por los traductores como por la cronología y censo de personajes, lugares, autores y obras citadas que elaboran el propio Juan Barja, Guadalupe Gisbert y Yago Barja. Tan erudita y humanista como histriónica y divertida, léase este punto final como un prolongado aplauso.
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Autor: François Rabelais. Título: Obra completa. Traducción: Juan Barja y Patxi Lanceros. Editorial: Abada. Venta: Todos tus libros.
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