La Rara, el espejo donde ves que no estás loca

La compañía de teatro –Julia Moyano y Rocío Hoces– aborda en 'Frenia' la salud mental como un estado social, que lo atraviesa todo, a todos y a todas: de las locas del histórico manicomio de Miraflores, a los adolescentes que hoy bailan con Bad Bunny, a las mujeres de 40 y 50 años que lidian con las exigencias de la vida. El proyecto ha sido presentado en el Teatro Central de Sevilla. La entrada La Rara, el espejo donde ves que no estás loca se publicó primero en lamarea.com.

Feb 2, 2025 - 16:12
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La Rara, el espejo donde ves que no estás loca

Hay muchos momentos. Muchos. Pero hay uno en el que confluyen un grupo de adolescentes bailando en su mundo, al son de Bad Bunny, con un Trump gigante bailando en el suyo, al son de Elon Musk. Son dos mundos completamente distintos, pero están superpuestos: chicas y chicos descalzos sobre las tablas de un teatro –vaqueros anchos, leggins, tops, camisetas deportivas…–, vestidos de adolescentes, de lo que son, de ellos mismos, de ellas mismas. Y a sus espaldas, en el centro de una pantalla gigante, en ese baile de ilusiones –que cantaba Ariel Rot–, emerge Trump disfrazado de presidente de EEUU. Efectivamente, son dos mundos, uno espléndido, otro decadente, pero están bailando todos juntos, en un mismo mundo al fin y al cabo –“El que no baile está muerto”, seguía la canción–. Y en ese momento, en ese justo momento, el corazón se encoge tanto que cuesta respirar. ¿Pero en qué mundo estamos viviendo?

'Saltar la tapia' pone el foco en la adolescencia, en la salud mental durante esta etapa para alimentar el bienestar.
‘Saltar la tapia’ pone el foco en la adolescencia, en la salud mental durante esta etapa para alimentar el bienestar. LA RARA

Lo que tenemos delante es parte de Frenia –mente en griego–, un proyecto de investigación artística y documental que aborda la salud mental como un estado social, que lo atraviesa todo, a todos y a todas, a los más privilegiados y por supuesto a los menos, a todas las edades. En especial, a las que siempre llamaron locas por querer ser libres. O raras, como se hace llamar la compañía artífice de este espejo del lugar que habitamos. La Rara son Julia Moyano y Rocío Hoces, dos mujeres unidas por la búsqueda de una coherencia política y vital que trabajan en lo que las mueve y las conmueve, según sus propias palabras.

El proyecto, como explican ambas, es un trabajo comunitario de mediación, expositivo, visual, escénico y colectivo compuesto de tres piezas, representadas el pasado fin de semana en el Teatro Central de Sevilla: una exposición que muestra cómo la arquitectura influye en los modos de vivir, en este caso, sobrevivir entre las estancias repetitivas del histórico manicomio de Miraflores –uno de tantos en España–; Saltar la tapia, una obra en la que 41 adolescentes de dos institutos, durante cuatro días, exploran en sí mismos dentro de este teatro; y Órgia, una semblanza que parte de las historias vividas por varias trabajadoras de esta cárcel psiquiátrica y termina en el presente de cinco mujeres “privilegiadas”, de entre 40 y 50 años, que lidian con las exigencias del día a día, con los «a ver si” quedamos más, con los “debería haber” cambiado las cortinas de la ducha y, sobre todo, con los “tengo que” atronadores que solo dejan escuchar, si acaso, la nana de los lorazepán y otros ansiolíticos de la industria farmacéutica que terminan en ina. Ese es otro momento. Ya saben, hay muchos. El repiqueteo de unas castañuelas, los saltos y las carreras por todo el escenario y el despojo de las ropas, de los lastres que todas las mujeres vienen arrastrando a lo largo de los siglos. El corazón se encoge de nuevo porque, de repente, te ves encima de ese escenario. 

Un momento de 'Órgia'.
Un momento de ‘Órgia’. LA RARA

“Os doy la enhorabuena”, dice, casi sin poder articular palabra, una chica del público en un coloquio al final de la representación del proyecto. “Yo sufrí de pequeña trastorno de la personalidad y no pude expresar esa confusión que llega cuando crees que te estás volviendo loca. Es como si no fuera humano –prosigue entre sollozos– crees que nadie nunca te va a entender. Esa confusión. Y lo que he visto aquí te ayuda a comprender que no estás loca, que lo que te pasa tiene una explicación y una solución. Ojalá el proyecto llegue a muchas personas”.

Es en ese poder, en esa exploración de la transformación por donde deambula La Rara. “Si hay una manera de hacer arte en un espacio, en un teatro público, esto es un ejemplo”, había dicho poco antes el director del Central, Manuel Llanes, quien definió a la compañía, más que como una compañía, como un estado de ánimo. 

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La Rara nació en Sevilla en 2018, cuando Rocío y Julia, con 36 años las dos, se conocieron. “Siempre decimos que La Rara es un colectivo escénico abierto que nace en nuestro encuentro. No nos conocíamos. Y ahí empezó nuestra andadura escénica”, explican Rocío y Julia en una cita con La Marea días después de la representación. “Veníamos las dos de hacer trabajos muy dispares, cada una tenía un recorrido, pero bueno, al final, no encontrábamos en nuestro desarrollo profesional esa coherencia, ese lugar donde abarcar y trasladar a la escena lo que realmente nos interesaba. Y en esta búsqueda, tanto Julia como yo estábamos embarazadas, y decidimos dedicar el primer año de crianza de nuestras criaturas a cuidarlas, pero no queríamos dejar de trabajar”, añade Rocío, que ya comprobó lo que pasaba, con su hijo mayor, cuando dejabas de hacerlo: desapareces en combate. 

Nacieron Lucas y Julieta y, con ellos, Si yo fuera madre, la obra con la que echaron a andar y que estrenaron en enero de 2020, justo antes de la pandemia. “Nos empezamos a reunir y partimos de una premisa: hasta dónde podremos llegar con nuestros bebés. ¿Será posible hacer un proceso artístico? Queríamos hablar de la maternidad sin edulcorar, de la parte más real de la maternidad, que estábamos, además, viviendo en ese momento”. 

Y Lucas y Julieta, en un acto de “conciliación a lo bestia”, se subieron al escenario con sus madres. “Estábamos contando una historia nada infantil, bastante cruda, pero el escenario era como un espacio de rincones. Lucas y Julieta tenían sus sitios de juego y supimos efectivamente hasta dónde podíamos llegar”. Pero también supuso aquel proceso de investigación el hallazgo de un lugar en el que estas dos mujeres desconocidas se descubrieron: “Por eso para mí La Rara nace cuando se crea este vínculo con Rocío, una Rocío a la que no conozco y descubro en un sitio absolutamente cómplice dentro de la escena como compañera, en el pensamiento y en la vida. Para mí fue muy dura la primera parte de la maternidad y encontré ese sitio de mucha seguridad. Estaba trabajando y, sin embargo, era como estar en casa. Era desconectar y era volver a trabajar en un lugar que no era hostil. En este sitio, con Lucas, estaba poniéndole palabras a aquello de lo que, de otra manera, a lo mejor no hubiera podido o sabido hablar”.

Julia Moyano y Rocío Hoces, en el Teatro Central de Sevilla.
Julia Moyano y Rocío Hoces, en el Teatro Central de Sevilla. LA RARA

Fue su aprendizaje y el que lanzan con su teatro: el objeto artístico puede ser la realidad más cotidiana y más cercana, que impacta una noche en Sevilla y otra en Miami –como vivieron este verano en una representación de Órgia al otro lado del charco–, que se entiende allí y que se entiende aquí, como esos dramas del pueblo de los que hablaba el reportero Antonio Ramos Espejo en una de sus obras sobre Lorca, la mágica transformación de tragedias locales en dramas universales, añadía el catedrático de Literatura Manuel Ángel Vázquez Medel en el prólogo del libro.

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¿Quién no entiende esto? Solo hay que escucharlo.

–Hola, soy Luna. 

Y después viene Mara, que siempre pensó que el afilador, cuando pasaba el domingo con esa melodía inconfundible –para los adultos–, era un camión de helados. 

Y luego Mireia, que siempre tuvo miedo a abrir el paraguas dentro de casa porque le dijeron que su familia se iba a morir. 

Y todos los traumas, las infancias que cada uno ha vivido, que no es igual una a la otra: mis padres se divorciaron, mi primer intento de quitarme la vida, cuando tenía 12 años me mudé… 

Hay pasos lentos, extremidades que no logran enderezarse, que se caen en mitad del escenario, que necesitan apoyo. Abrazarse, olerse, verse más allá de la luz cegadora de los móviles. Ese es otro momento, el momento a oscuras, solo iluminado por las pantallas.

'Saltar la tapia' ha estado protagonizado por alumnado del IES San Jerónimo y del IES Carmen Laffón.
‘Saltar la tapia’ ha estado protagonizado por alumnado del IES San Jerónimo y del IES Carmen Laffón. LA RARA

Vienen del IES San Jerónimo, de Sevilla, y el IES Carmen Laffón, de San José de la Rinconada. No actúan. Sacan y gritan con sus cuerpos lo que tienen dentro, lo que la sociedad no les deja decir en alto, o lo que la sociedad simplemente prefiere ignorar. Se escuchan muchos “de mayor quiero ser…” y una algarabía de voces, de sueños, de anhelos, de ratos largos en la calle. Entre el público, padres, madres, amigos, amigas. Un teatro para todos ellos. Para el pueblo, ya que hemos estado hablando de Lorca.

“La fantasía sería que esto no fuera una cosa excepcional, que sientan el teatro como un lugar propio tanto para poder habitar el escenario como para poder ir a sentarse allí a recibir historias, que les cuenten algo y que les ayuden, que es lo que nosotras buscamos en el teatro”, insiste Rocío. Y para ello, claro, se necesita la complicidad de los centros educativos.

¿Cómo lográis esto en solo cuatro días? 

Se lo decía a la salida a mi padre, que no comparte mucho mis ideas políticas –dice Rocío–. Le hice mucho hincapié: todo lo que aparece ahí lo han contado ellas y ellos, lo quieren decir. La letra del martinete que canta una niña la ha escrito ella. Las cartas las han escrito ellos… Es su material. Nosotras hacemos luego una composición, hilamos, tenemos una mirada y no la ocultamos, pero hemos usado su palabra, sus voces. Están ávidos de hablar, pero también hay que saber ponérselo fácil y concederles el tiempo, el momento y la confianza, encontrar ese lugar. A Julia y a mí, se han unido en la semana de trabajo con estos adolescentes Eloísa Cantón y Edi Carrascal.

¿Qué habéis aprendido de ellos y de ellas?

Para mí –dice Julia– uno de los mayores aprendizajes de estos procesos es poder llegar a ese porcentaje mínimo de comunicación y que, de ahí ya, ese flujo, una vez que se abre, no pare de correr. 

Yo creo que el mundo adulto tiene ocupado el espacio escénico absolutamente y también el que llama adolescente –añade Rocío–. No más adultos haciendo de adolescentes, por favor, ni de historias que, con una especie de moralina, creemos que les va a venir bien escuchar. Vamos a ver. Es que esta gente tiene una voz propia, tienen unos sentires propios y lo que tienen que hacer es canalizarlo. Y es lo que hemos intentado. Hay algo muy emocionante cuando vemos su verdad y por eso emociona tanto a las personas adultas.

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La pieza del grupo adolescente se titula Saltar la tapia en homenaje al festival de rock ideado a finales de los setenta y principios de los 80 en Sevilla para poner fin a lo que sí era una locura: mantener abierto el manicomio de Miraflores. Silvio, Pata Negra, Lole Montoya… fueron algunos de los artistas que participaron en aquellos carteles envidiables de la época. Y es lo que nos lleva ahora a la tercera pieza de Frenia: Órgia, interpretada por Julia y Rocío, Nerea Cordero, Eva Gallego y Eloísa Cantón.

Julia y Rocío, en ese cruce de vidas, descubrieron que las dos eran hijas de rockeros, que a las dos les emociona Silvio porque era la música que escuchaban de pequeñas, que el padre de una y la madre de otra habían estado allí, en esos conciertos del Salta la tapia. Que la madre de una de sus amigas había hecho lo imposible para que el manicomio se cerrara. Que los problemas de salud mental que había en sus familias o en ellas mismas no eran algo aislado. Todo aquello las interpelaba a la vez.

“¿Por qué hay quien puede hablar claramente de sus migrañas y yo no puedo decir que estoy pasándolas canutas, sabes? –se pregunta Julia–. Estaba cansada de tener que fingir y me parecía que La Rara era el espacio para hablar de esto, pero no de Julia, sino de todas, todas esas compañeras que me he ido encontrando en las terapias, por ejemplo”.

Y hallaron una mina: los testimonios de las trabajadoras de Miraflores a las que nadie se había sentado a escuchar hasta ese momento. Mujeres que lucharon para que aquella vergüenza –“A mí se me siguen poniendo los pelos de punta cuando paro en el semáforo”, dirá después un hombre entre el público–, se terminara, para que las “locas» que estaban dentro pudieran lavarse en condiciones, cambiarse de bragas, para que no les echaran nunca más Zotal en las axilas y las ingles, para que no llegaran allí huyendo de otros infiernos, de otros abusos. ¿A la cárcel o al manicomio? Le dijeron a una de las internas. Y ella eligió el manicomio porque pensaba que iba a salir antes. Pero no salió. Lo que quería la familia era que no volviera a hablar. 

Julia y Rocío hicieron una residencia artística en el hospital psiquiátrico de Miraflores de Sevilla.
Julia y Rocío hicieron una residencia artística en el hospital psiquiátrico de Miraflores de Sevilla. LA RARA

Órgia dibuja todo eso: el estigma, las humillaciones, el trato deshumanizador por ser mujeres, por ser diferentes. “Yo creo que si la gente conociera la locura, no le tendría miedo. La locura para mí es escapar de la realidad”, dice una de las trabajadoras en un momento del proyecto, como narró también a finales del XIX aquella periodista que firmaba como Nellie Bly y que ingresó en un psiquiátrico para contar lo que pasaba dentro. «Me alegra poder afirmar que como resultado de mi visita al sanatorio y de lo que más tarde expuse, la ciudad de Nueva York destina un millón de dólares adicional cada año para el cuidado de los enfermos mentales. De modo que al menos tengo la satisfacción de saber que esos pobres desafortunados estarán mejor cuidados gracias a mi trabajo”, escribió entonces con su obra Diez días en un manicomio.

Siempre mujeres rescatando a mujeres. Miraflores se cerró. “Nos transmitieron tanta compromiso, tanta sabiduría, tanta valentía”, dicen Julia y Rocío de las trabajadoras del manicomio sevillano. “No tenían ningún interés en aparecer en ningún sitio. Sabían lo que querían hacer y lo iban haciendo en silencio, haciendo, haciendo, haciendo… Su estrategia fue la invisibilidad. Nunca han tenido reconocimiento. Y nosotras ahora estamos todo el rato luchando contra la invisibilidad. Esto también nos llevó a un tema generacional. Así que los encuentros con estas mujeres han sido regalos de vida. Están ahí todo el tiempo acompañándonos”. Por eso Órgia es también un homenaje a ellas. 

Maqueta en la exposición de Frenia, en el Central.
Maqueta diseñada por AF6 Arquitectura, en la exposición de Frenia, en el Central. LA RARA

En las gradas, hay personas que estuvieron en el Salta la tapia, personas que han sentido con la obra el desastre de la sanidad pública en el que nos hallamos; hay mujeres que tuvieron a su abuela encerrada en Miraflores; hombres que crecieron con otros manicomios como Zaldívar; profesoras comprometidas de entonces y de ahora; personas, jóvenes y adultas, que han visto en este espejo que es La Rara que no están locas.

“¿Si pensáis en el futuro, qué sentís?”. Tras un “ufff…” muy largo, Eloísa Cantón responde a esta pregunta del público: “Hay que seguir agarrándose a las cosas buenas. Si no, apaga y vámonos. No nos podemos quedar con Trump bailando”. 

O como dice Julia, que conecta en estas palabras el espíritu de Frenia: “Desde que soy madre tenía muchas ganas de hablar de todo esto precisamente para que esto no ocurra, para que a si mi hijo Lucas, cuando tenga 10 años, alguien le dice lo que sea o siente algo, que lo pueda verbalizar y nombrar y hablar con cierta normalidad y no se quede callado”.

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