La industrialización de la esperanza ya es el nuevo filón de TikTok. Bienvenidos al "hopecore"

Hay una amarga ironía en que millones de personas acudan a TikTok buscando consuelo emocional. La plataforma que ha contribuido como ninguna a otra a crear una generación con déficit de atención ahora nos vende el antídoto: vídeos de reencuentros familiares y actos de bondad con música melancólica de fondo. Lo llaman 'hopecore' y es la última gran tendencia en redes. Como todo buen producto cultural de masas, tiene una fórmula simple, pero eficaz: grabas un momento emotivo, le añades una canción de las del último día del campamento de verano, y dejas que el algoritmo haga su magia. Así es el nuevo género de contenido viral. Lo interesante del hopecore no es su éxito, sino lo que dice sobre nosotros como sociedad digital. Al igual que los talent shows prometen que cualquiera puede ser una estrella, el hopecore nos promete que la felicidad está al alcance de un scroll. Es la industrialización de la esperanza en su forma más pura. La mecánica es siempre la misma: el vídeo empieza con alguna imagen de la toxicidad de Internet (política, odio, conspiraciones) y luego, tras una cortinilla de estrella o equivalente, nos transporta a un mundo más amable. Como si cambiar de pestaña fuese suficiente para escapar de la distopía digital que hemos construido. Y funciona. Los vídeos etiquetados con #hopecore acumulan miles de millones de visualizaciones. Han superado a su predecesor, #corecore, que se regodeaba en la miseria existencial. Tras años de cinismo digital, el pendulazo ya está aquí. En Xataka Tímidos del mundo, estamos perdiendo Internet Lo que ninguno de esos vídeo menciona es que la necesidad misma de su existencia es un síntoma del problema que pretenden solucionar. Si necesitamos dosis diarias de esperanza empaquetada por un algoritmo, a ser posible mientras cagamos o justo antes de dormir, quizás deberíamos preguntarnos qué dice eso sobre el estado actual de nuestras redes. Por supuesto, el mercado ya ha detectado esta oportunidad. Influencers y marcas están colonizando el hashtag con contenido que no tiene nada que ver con el espíritu original del movimiento, pero con algo hay que alcanzar los KPIs. Hasta Navidul se ha subido al carro. La industrialización de la esperanza está en marcha y TikTok se frota las manos con cada nuevo vídeo lacrimógeno de un reencuentro familiar. La pregunta es si esta tendencia supone un cambio real en la cultura online o solo es otro mecanismo de escape temporal. Después de todo, la industria cultural es experta en vender consuelo empaquetado. Y nosotros somos expertos en comprarlo. Que se lo pregunten al que gasta medio sueldo en décimos del Gordo cada Navidad mientras comparte vídeos sobre la felicidad de las pequeñas cosas. El hopecore es la última iteración de esa vieja promesa: hay un mundo mejor al alcance de un click. No es tan diferente a principios de la década pasada, cuando nos encantaba ver vídeos de redención en talent shows: un galés con la boca como un piano se presentaba ante un jurado escéptico, el público contenía risitas burlonas, y de repente una voz prodigiosa inundaba el auditorio provocando lágrimas y ovaciones. La catarsis colectiva era perfecta entonces, como lo es ahora: el algoritmo sabe que no hay nada que nos guste más que ver cómo los prejuicios se desmoronan en dos minutos. Lo triste es que cada vez necesitamos más dosis de optimismo digital para mantener la realidad a raya. Como cualquier droga dura, la esperanza también genera tolerancia. En Xataka | Chill Guy es el último meme viral porque esconde algo más profundo: es todo lo que aspiramos a ser Imagen destacada | Xataka con Mockuuups Studio - La noticia La industrialización de la esperanza ya es el nuevo filón de TikTok. Bienvenidos al "hopecore" fue publicada originalmente en Xataka por Javier Lacort .

Feb 2, 2025 - 15:16
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La industrialización de la esperanza ya es el nuevo filón de TikTok. Bienvenidos al "hopecore"

La industrialización de la esperanza ya es el nuevo filón de TikTok. Bienvenidos al "hopecore"

Hay una amarga ironía en que millones de personas acudan a TikTok buscando consuelo emocional. La plataforma que ha contribuido como ninguna a otra a crear una generación con déficit de atención ahora nos vende el antídoto: vídeos de reencuentros familiares y actos de bondad con música melancólica de fondo.

Lo llaman 'hopecore' y es la última gran tendencia en redes. Como todo buen producto cultural de masas, tiene una fórmula simple, pero eficaz: grabas un momento emotivo, le añades una canción de las del último día del campamento de verano, y dejas que el algoritmo haga su magia. Así es el nuevo género de contenido viral.

Lo interesante del hopecore no es su éxito, sino lo que dice sobre nosotros como sociedad digital. Al igual que los talent shows prometen que cualquiera puede ser una estrella, el hopecore nos promete que la felicidad está al alcance de un scroll.

Es la industrialización de la esperanza en su forma más pura.

La mecánica es siempre la misma: el vídeo empieza con alguna imagen de la toxicidad de Internet (política, odio, conspiraciones) y luego, tras una cortinilla de estrella o equivalente, nos transporta a un mundo más amable. Como si cambiar de pestaña fuese suficiente para escapar de la distopía digital que hemos construido.

Y funciona. Los vídeos etiquetados con #hopecore acumulan miles de millones de visualizaciones. Han superado a su predecesor, #corecore, que se regodeaba en la miseria existencial. Tras años de cinismo digital, el pendulazo ya está aquí.

Lo que ninguno de esos vídeo menciona es que la necesidad misma de su existencia es un síntoma del problema que pretenden solucionar. Si necesitamos dosis diarias de esperanza empaquetada por un algoritmo, a ser posible mientras cagamos o justo antes de dormir, quizás deberíamos preguntarnos qué dice eso sobre el estado actual de nuestras redes.

Por supuesto, el mercado ya ha detectado esta oportunidad. Influencers y marcas están colonizando el hashtag con contenido que no tiene nada que ver con el espíritu original del movimiento, pero con algo hay que alcanzar los KPIs. Hasta Navidul se ha subido al carro. La industrialización de la esperanza está en marcha y TikTok se frota las manos con cada nuevo vídeo lacrimógeno de un reencuentro familiar.

La pregunta es si esta tendencia supone un cambio real en la cultura online o solo es otro mecanismo de escape temporal. Después de todo, la industria cultural es experta en vender consuelo empaquetado. Y nosotros somos expertos en comprarlo. Que se lo pregunten al que gasta medio sueldo en décimos del Gordo cada Navidad mientras comparte vídeos sobre la felicidad de las pequeñas cosas.

El hopecore es la última iteración de esa vieja promesa: hay un mundo mejor al alcance de un click. No es tan diferente a principios de la década pasada, cuando nos encantaba ver vídeos de redención en talent shows: un galés con la boca como un piano se presentaba ante un jurado escéptico, el público contenía risitas burlonas, y de repente una voz prodigiosa inundaba el auditorio provocando lágrimas y ovaciones. La catarsis colectiva era perfecta entonces, como lo es ahora: el algoritmo sabe que no hay nada que nos guste más que ver cómo los prejuicios se desmoronan en dos minutos.

Lo triste es que cada vez necesitamos más dosis de optimismo digital para mantener la realidad a raya. Como cualquier droga dura, la esperanza también genera tolerancia.

En Xataka | Chill Guy es el último meme viral porque esconde algo más profundo: es todo lo que aspiramos a ser

Imagen destacada | Xataka con Mockuuups Studio

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La noticia La industrialización de la esperanza ya es el nuevo filón de TikTok. Bienvenidos al "hopecore" fue publicada originalmente en Xataka por Javier Lacort .