En la tierra del encanto
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No hay duda de que la tierra mexicana es uno de los enclaves míticos de la psiconáutica planetaria. La fascinación que ha ejercido como territorio mágico, hogar de chamanes y escuela de iniciados, es indudable. Sólo baste recordar nombres como el de Albert Hofmann, Aldous Huxley, Antonin Artaud, Gordon Wasson, Timothy Leary, Terrence McKenna, Paul Stamets y, entre nosotros, Fernando Benítez, Antonio Escohotado, Manuel Almendro o Carlos Castaneda, por mencionar a un puñado de ilustres psiconautas. En esa estirpe hay que incluir a partir de ahora al actor español Pedro Alonso O’Choro, quien con la intención de «abrir una ventanita» desde su propia búsqueda, desde sus luces y sus sombras, se ha internado en el conocimiento de culturas ancestrales del México profundo con el afán de limpiar la casa, su propia casa, que, afirma, estaba «muy revuelta». De modo que ha plantado su corazón en el centro de un proyecto cinematográfico para introducirse por esos caminos paralelos y liberar carga dejando el ego atrás. Su padre había muerto, se había separado y había realizado un montón de viajes producto del éxito de la serie La casa de papel, el cual provocó un fenómeno mediático que le «movió el barco». Así que se planteó hacer un viaje «al modo Ulises». Y ha filmado un documental que lleva por título En la nave del encanto. De entrada estaba seguro que le dirían que la película va de drogas. Pero la verdad es que no, de ninguna manera. Se trata más bien de una pieza que documenta de forma cabal esa búsqueda íntima, afianzada en la convicción de que cada quién debe buscar, y encontrar, su propio camino. De esta forma, Pedro Alonso y un equipo de filmación recorren México al encuentro de sabios y guías de rutas psiconáuticas, donde aprenderá y experimentará la forma que tienen de vivir y de ver la vida, el mundo, la muerte y nuestra relación con todo ello. Y en su viaje descubrirá que donde hay luz también hay sombras. Escrito y dirigido por él, el documental advierte que se han filmado prácticas rituales «en un contexto de respeto, supervisado desde criterios médicos», y que «cualquier práctica similar es responsabilidad individual y ha de hacerse bajo la supervisión de un experto». Acompañado durante todo el recorrido por su «hermanita Sara», una profesora de la UAM Iztapalapa que comparte con él todas las experiencias a las que se somete, el documental de Pedro Alonso O’Choro, codirigido por Enrique Baró Ubach, es en todo momento un viaje a través de vías meditativas que en principio se acerca al mundo del chamanismo, pero que busca sumergir al espectador en la confrontación de un hombre con su propia búsqueda para mostrar el periplo de un Ulises que se aleja de su Penélope para descubrir quién es, qué es, por qué está aquí y cuáles son las claves de su naturaleza y de la naturaleza del mundo. Así, recorriendo los márgenes de la geografía mexicana, de Coyoacán a Oaxaca, de Valle de Bravo a Real de Catorce, de Chiapas al centro del universo, esta travesía les llevará al encuentro de maestros de la medicina tradicional, con los que comparte una particular mirada de naturaleza panteísta sobre la vida y el mundo, pero también sobre sus protocolos de sanación y sus rituales de visión, en los que participa durante el rodaje. Comerán el hikuri y los hongos como sacramentos sagrados; beberán el jugo de la ayahuasca y se hundirán en hielo para aprender a respirar y borrar sus miedos de forma honesta, arriesgada y valiente, para dejar un testimonio con esta película, en realidad un ensayo fílmico, que nos conecta y nos hace partícipes de un viaje hacia eso que todos, de una forma u otra, llamamos Dios: la energía pura. En el fondo esta película es la ofrenda de un actor español a la tierra del volcán, y es a la vez una especie de diario de sanación, donde las ceremonias, los rituales y los cantos son pasos hacia la comunión entre el Uno y el que viaja hacia sí mismo. No cabe duda que es una paradoja que, en una tierra donde florece la medicina espiritual tal como nos la muestra Pedro Alonso en esta nave del encanto, la violencia se cebe de forma sobrenatural en sus hijos y, a la par, que de esos frutos del espíritu germinen podridos retoños de maldad, de intentos de extorsión de los que no está exenta esta peripecia, porque en esta tierra, también, se habla un lenguaje ajeno al espíritu que sólo se alimenta de codicia y estupidez. Es el lado oscuro, el reverso del alma: «Procura tener mucho cuidado con la sombra debajo del árbol de los deseos», apunta Pedro Alonso, «porque, a lo que se ve, uno acaba retratándose según la cuerda». Porque «nada es ni bueno ni malo, sólo medicina si eres capaz de hacerte responsable del mundo que tú mismo creas». Pedro Alonso O’Choro sólo quiere crear, encontrar su propio canto, su melodía, siguiendo una música milenaria. Eso es En la nave del encanto: una especie de escalera que enciende un fuego nuevo, navegando lejos de agravios y culpas, con un estandarte limpio de dogmas, pues «esto no es juicio, es aprendizaje»; abrazarse a la alegría de vivir, porque nada es pecado y no hay que ponerse dramáticos: no somos nada, nadie; y somos todos, uno. Dividido en tres partes, la más interesante de este documental, donde se alcanza la máxima altura, es sin duda la primera. Después habrá ceremonias, habrá magia, habrá conocimiento y mito. Pero la sabiduría, expuesta con absoluta y deslumbrante sencillez, aparece sin más en los primeros minutos cuando el maestro maya Nicolás López, el «abuelito Nico», dice: «Todo lo que nos rodea son formas de conciencia, de entendimiento; todo es espíritu, no cosas». Pedro Alonso comprende entonces con él que la ceremonia no es sólo la ingesta de una sustancia que provoca un estado alterado de conciencia, que no sólo es ritual, sino también, y sobre todo, el sistema de escucha del mundo vegetal, mineral y animal, la comprensión y el respeto profundo de la tierra. «Todos somos templos», dice casi en susurros el abuelito Nico, «cualquier cosa es un templo. Y estamos en unión; estamos en plática y no vamos a discutir». Si no estamos en paz, observa, el templo está sucio, mal organizado. El templo, que está en nuestro interior, tiene que estar limpio, y para ello hay que quitar la capa que no nos deja estar en paz, que nos nos deja estar tranquilos, que no nos deja ver. Si el templo está limpio, no hay discusión, hay fiesta, «la fiesta de amor», dice. Y la llave, agrega, la tenemos todos. «El planeta necesita descanso y vamos destruyendo su vestidura», advierte el chamán maya. Así que tenemos que limpiar el planeta, porque no lo dejamos descansar. «Hay que frenar». Ése es el remedio. «Pero no frenamos», ríe. «Por eso la medicina es para limpiar. Para aprender más. Para que te dé sabiduría». Y esa sabiduría es la que queda reflejada, de forma honesta y respetuosa, en este documental, una muy magnífica guía para psiconautas.
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