Resulta apropiado el que la portada de lo nuevo de William Boyd venga con globo aerostático. Porque lo de Boyd (Ghana, 1952) siempre tiene algo de ligero a la vez que portentoso. Algo tan sencillo de admirar por su complejidad. Así, más de uno ha malentendido a Boyd como 'comercial' cuando en verdad es, por encima de toda etiqueta, alguien con quien contar porque sabe contar muy bien. Un poco al costado pero nunca por detrás del tan mentado 'Dream Team' británico (algo parecido sucede con su hermano de tinta Jonathan Coe), lo de Boyd parece nutrirse de la picaresca dramática de grandes hiladores de historias (pensar en Maugham y Vaugh y Greene y Theroux ) sin por esto negarse...
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