El mudo regresa para contar

Uno lee el seminal “Los gallinazos sin plumas” (1955) y queda prendado sin remisión por esa mezcla de aflicción, brillantez, dramatismo, misterio e infortunio que suele prevalecer en los argumentos de un escritor secreto a voces, maestro indiscutible del relato tras más de cuatro décadas de tratos con la brevedad, sin contar sus ensayos, sus... Leer más La entrada El mudo regresa para contar aparece primero en Zenda.

Ene 30, 2025 - 14:52
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El mudo regresa para contar

Un paisano y compañero de musas, Alfredo Bryce Echenique, dijo de Julio Ramón Ribeyro (Lima, 1929-1994) que su carácter fue siempre su destino. El escritor, que compartió un inmenso diario personal bajo el título invencible de La tentación del fracaso, conocía el otro lado de las cosas, como dijera otro peruano insigne, en este caso el nobelizado Mario Vargas Llosa, al referirse al monumento artístico de la mezcolanza genérica que invade Prosas apátridas, un libro a medio camino entre el diario personal, el relato breve y el aforismo. Todos sabían que el hombre flaco, débil, callado y fumador empedernido había sido injustamente excluido de aquel festín de la literatura que fue el Boom de la narrativa latinoamericana, aunque también podían imaginar que la obra de uno de los autores más leídos y admirados de Hispanoamérica, a su pesar, iba a pasar a engrosar la nómina de insustituibles en la lista de clásicos, en particular cuando se trata de hablar del género breve. Que para algunos se haya convertido en un amable desconocido —eso pasa hoy con el más pintado, es el signo de los tiempos— no resta mérito a los hallazgos del discreto autor de Crónica de San Gabriel ni a su labor como maestro de plumas de primer orden a partir de una escritura austera que atrapa al lector y lo envuelve en un magma enigmático del que sólo se sale gracias a la viveza que conservan los personajes con los que logramos comprender de un modo más certero los recovecos de la vida y las aflicciones que nos tiene reservadas el lado oscuro del corazón.

"Lo obvio es que las casi mil páginas de historias que reúne el volumen que prologa Juan Gabriel Vásquez ya le permitía con justicia pasar a la posteridad sin inventar ese argumento"

Uno lee el seminal “Los gallinazos sin plumas” (1955) y queda prendado sin remisión por esa mezcla de aflicción, brillantez, dramatismo, misterio e infortunio que suele prevalecer en los argumentos de un escritor secreto a voces, maestro indiscutible del relato tras más de cuatro décadas de tratos con la brevedad, sin contar sus ensayos, sus novelas, las obras de teatro, el aforismo o el diario personal, como ya se adelantaba. Registros que abarcan lo social, lo fantástico, lo realista, lo filosófico o lo personal, desde su infancia de burgués ilustrado en el barrio de Miraflores de su Lima natal a sus andanzas de juventud por Europa, hasta su recalo en París, donde ejerció el periodismo en la agencia France-Presse, para pasar a ser agregado cultural de Perú en Francia, y de ahí a ministro consejero y embajador de su país en la Unesco, cargos que desempeñó hasta principios de la década de los noventa.

"Los inéditos, todos pertenecientes a la década de los setenta y escritos a máquina en París, acaban de ver la luz para regocijo de la literatura con mayúsculas"

Ahora el mudo ha regresado para seguir contando y obrando magia. Lo hace desde la reedición de sus Cuentos reunidos (1955-1994), donde aparece el cuento inédito “Surf”, testamento literario de Ribeyro, en el que el protagonista planea escribir el libro que le faculte para ser apreciado por todos. Lo obvio es que las casi mil páginas de historias que reúne el volumen que prologa Juan Gabriel Vásquez ya le permitía con justicia pasar a la posteridad sin inventar ese argumento. Como en esta reunión de cuentos, también en Invitación al viaje y otros cuentos inéditos se llega a la conclusión de que Ribeyro no le falló a su primer juez en la sombra, Anatole France, ni tampoco a quienes vinieron después, se llamaran Pirandello, Poe, Flaubert, Maupassant, Eça de Queiroz, Kafka, Joyce, James, Hemingway o Borges. Todos andarían orgullosos al reconocerlo entre sus iguales. Ribeyro cuenta para ello con un arma secreta, el primer precepto de un decálogo que le sirven de poética: “El cuento debe contar una historia. No hay cuento sin historia. El cuento se ha hecho para que el lector a su vez pueda contarlo”. Todos sin excepción se rinden ante la solidez de lo contado. Los inéditos, todos pertenecientes a la década de los setenta y escritos a máquina en París, acaban de ver la luz para regocijo de la literatura con mayúsculas. Con su descubrimiento se llega a la cifra del centenar de cuentos en total. Más que una «invitación al viaje», con el global se trata de un trayecto vital y literario —en Ribeyro una misma cosa— que funciona como guía ilustrada para el trotamundos más contumaz. Un hallazgo el de estos cinco nuevos cuentos que se añaden a la alegría de tener ya a disposición del lector curioso toda la producción narrativa breve (a falta de nuevas sorpresas) del elocuente mudo de Miraflores. No se lo pierdan, tampoco esta vez.

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Autor: Julio Ramón Ribeyro. Título: Cuentos reunidos / Invitación al viaje y otros cuentos inéditos. Editorial: Alfaguara. Venta: Todos tus libros.

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