Dieciocho hijos
Familias numerosas difíciles de entender desde el presente. Aquel niño que fui a veces no se aclaraba bien entre tanto ser humano. Unos vivos, otros muertos.
Me contaba mi abuelo ayer el caso de los Santamaría, una familia que tiene un bar en Galindo, al lado de la General. Son dieciocho hermanos, según parece. Bueno, en realidad eran diecisiete, pero han recogido un niño del hospicio porque se les murió uno propio hace unos años. No sé muy bien por qué, pero parece que hay una norma no escrita por la que se debe de hacer eso. No me ha quedado muy claro, pero mi abuelo me ha dicho que es bastante habitual.
Claro que mi abuelo tiene diez hermanos y mi abuela doce. Para mí es un buen lío, porque, aunque conozco a algunos (los que viven más cerca), no soy capaz de comprender muy bien el asunto. De hecho, en casa mi madre es hija única. Así que no sé muy bien cómo interpretar ese salto: de familias de más de diez hermanos a otra tan diferente como la nuestra, en la que vivimos en casa todos y cabemos, más o menos bien: mis abuelos, mis padres, mi hermana y yo. A veces quisiera saber más de todo esto, pero creo que me hace falta crecer para tomar conciencia de por qué suceden cosas así. No llego a imaginarme con diez o quince hermanos. En casa somos dos. Suficiente, quiero pensar.
Además, sé que hay hermanos de mis abuelos que ya se han muerto. Sobre todo, en la familia de mi abuela. Por eso creo que me lío. Incluso hay ocasiones en las que creo entender que eran menos hermanos. No sé. Quizá es fácil perder la cuenta cuando son tantos. No, no puede ser. En fin, ya iré entendiéndolo con los años. Supongo.
Mi padre, eso sí, tiene tres hermanos. Y de por medio hay unos cuantos primos, a los que vemos de vez en cuando. Sobre todo, si bajamos a ver a los otros abuelos, al abuelo Santi y a la abuela Pruden. No tengo tanta confianza como con los de casa. Es una relación muy diferente. Ellos vinieron a vivir aquí cuando la Guerra Civil y me da que hay historias que se han quedado olvidadas a propósito. Debieron de ser tiempos complicados. Mi hermana y yo los visitamos de cuando en cuando. Lo mejor de todo es que allí siempre hay caramelos Sugus y que podemos jugar un rato con los primos. Por cierto, uno de mis tíos tiene cinco hijos, todos chicos. Vaya lío, cuánta gente.
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