Más tecnología, más cerca del colapso

La tecnología, en su más amplio sentido, es consustancial al ser humano. Lo que no parece de recibo es que los gigantes tecnológicos nos estén ganado la partida. Porque lo están haciendo, ¿verdad?

Jan 24, 2025 - 05:48
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Más tecnología, más cerca del colapso

Aquel gran avance que supuso Internet está cada vez más cuestionado. Es mi punto de vista. Muy personal, por supuesto. Nací en 1964 y estudié una licenciatura en Psicología sin hacer uso de ningún ordenador ni de ningún acceso a Internet. Muy sencillo: no lo teníamos disponible. Conocí aquel mundo que para nuestras alumnas y alumnos en la universidad de hoy representa casi un imposible. Ahora mismo, con una tecnología que deja de ser percibida como tal porque es consustancial a nuestra existencia en el planeta, aquel mundo analógico es prehistoria. Sí, sabíamos escribir, pero no sabíamos escribir digitalmente. El salto de la prehistoria a la historia dispone ahora de otra vara de medir: no es escribir, es hacerlo mediante tecnología digital.

Es más que evidente que no podemos decir que no a la tecnología. Lo que sí podemos –y debemos– es decir que no a cierta tecnología. Sí, compramos el concepto global: la tecnología nos hace (también) humanos, pero la tecnología que empleamos, por ejemplo, para acceder a Internet, para hacer uso de la inteligencia artificial, para buscar contenidos, para publicar en redes sociales… todo esto se ha convertido, desde hace ya tiempo, en puro alimento para unos cuantos monstruos tecnológicos.

La mayor parte de los gigantes tecnológicos babean en la cola para hacerse la foto con el magnate del bótox. La atmósfera se vuelve irrespirable. Los machos alfa se la sacan a ver quién la tiene más larga. Y comienza una carrera desenfrenada en la que hay que alinear posiciones con el Tío Trump. De repente parece que solo hay un mundo: el de hacer más y más dinero. Porque la tecnología es el medio para ese fin. El progreso social, para esta gente, solo puede cabalgar a lomos de un caballo que les haga más ricos.

¿Qué le queda a la ciudadanía de a pie? ¿Tenemos que salir de X, de Facebook, de Instagram, de WhatsApp? ¿También hay que dejar de usar Google y sus miles de servicios? ¿Tenemos de dejar de usar herramientas de inteligencia artificial que no hacen sino reproducir sesgos y prometer que sus decisiones son mejores que las nuestras? ¿Hay solución que no pase por una competencia digital avanzada de la ciudadanía para que podamos escapar de esas jaulas de cristal? ¿Hacer un uso adecuado de las tecnologías pasa, entonces, por saber más y más de tecnología?

La Unión Europa maneja en los últimos años el discurso de la confianza. Es su forma de diferenciarse respecto a americanos y chinos. Sobre todo respecto a la inteligencia artificial. Dice que la ciudadanía debe acceder a una tecnología en la que tenga confianza. ¿Es posible cuando la partida está ya tan avanzada? Bueno, no es mala señal que se lo propongan: confianza. Mejor así que sin esta reflexión de por medio. Un mundo que rinde pleitesía a la eficiencia y al progreso económico necesita tecnología. No hay plan B. Vamos a toda máquina y no hay forma de reducir la velocidad. ¿Cerramos los ojos y confiamos en que alguien esté conduciendo este tren?

El poder económico está estos días con sus cosas allá en Davos. La clase política también. Con matices, lo uno y lo otro son cosas muy parecidas. Por mi parte, hoy y mañana tengo que impartir clase en un MBA de la universidad. Es un módulo para compartir reflexión sobre la transformación digital en el contexto de un modelo de gestión avanzada. No tengo plan B. No soy capaz de renunciar a lo que ofrece la tecnología. Sí, he dado un pequeño paso, me he salido de X, antes Twitter. ¿Sigo por el mismo sendero? ¿De verdad la tecnología me da más de lo que me quita? ¿Como individuo?, ¿como empresa? Encerrado en la paradoja, no soy capaz de encontrarme a gusto con mi discurso.

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay.

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