La casa de la tía Aurora

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Este sábado por la mañana hemos ido mi hermana y yo a la casa de la tía Aurora. Queda enfrente de la nuestra. Muchas de las veces que vamos lo hacemos encantados porque suelen esperarnos dulces y bollos de su panadería. Sin saber leer ni escribir, la tía Aurora se animó con otros socios a poner en marcha una panadería en hace ya casi treinta años. Esta es una historia que hemos escuchado muchas veces en casa. Se le murió el marido y una hija en el mismo año, creo que en el 41 (el año del hambre), y aquello debió de espolear su carácter para sacar adelante a los suyos. Historias de las que se cuentan por casa. 

La tía Aurora está ya muy mayor. Siempre que vamos nos metemos todos en la cocina. Me gustan los azulejos, con una tira a media altura que muestra escenas de deporte rural vasco. La ventana da al norte, al monte Serantes. Desde allí dibuja la silueta de un triángulo casi perfecto. En casa me han dicho que a lo mejor este año en primavera me llevan el día de la romería de Cornites. Me haría mucha ilusión subir hasta arriba. Cuando voy con mi abuelo hasta Guyarzo a hacer hierba con la burra y lo veo tan grande ahí plantado siempre pienso que algún día lo subiré. A ver si a mis diez años lo consigo. 

La casa de la tía Aurora también tiene una cuadra, que queda en la planta baja. Más bien parece un sótano. La puerta de acceso queda orientada al sur y da a la huerta. Hay conejos, pero no gallinas. Se me hace raro. Nosotros en casa tenemos una cuadra en la que conviven los conejos, las gallinas y las palomas. Se me hace un poco triste pensar que los conejos aquí no disfrutan de compañía alguna. En fin, tampoco entiendo mucho de estas cosas. Solo sé que esta cuadra es muy diferente de las nuestras. 

A veces nos encontramos con los primos porque la tía Aurora tiene una hija, Aurori, que tiene tres hijos. Son de nuestra edad y a veces, aunque no muy a menudo, porque viven en El Valle, jugamos con ellos. Lo bueno de la casa de la tía Aurora es que a su alrededor se extiende una campa grande, con muchos árboles frutales. El cerezo es nuestro preferido. Bueno, claro, cuando es la época en que las cerezas han madurado. A mí me da bastante miedo subir, pero siempre hay quien ayuda a los niños a que consigan su premio. 

Cuando nos volvíamos para nuestra casa, después de pasar buena parte de la mañana en la cocina de la casa de la tía Aurora, mi abuelo contaba cómo años atrás solían montar una txosna por las fiestas de Santa Lucía, en el barrio de Sanfuentes, en Gallarta, para sacarse una perras. Él iba a ayudar a su hermana, la tía Aurora, en lo que podía en la barra. Todo por un jornal extra. Ya veo que la tía Aurora debía de ser todo un personaje en la familia. Otro día tengo que preguntar por más historias suyas. La pena es que se la ve ya muy mayor, aunque con nosotros siempre parece estar de buen humor y animada.