Día Internacional de la Educación: no celebremos, reflexionemos

El día Internacional de la Educación debe ser un llamado a la empatía, una invitación a comprender las realidades de las comunidades escolares, muchas veces invisibles en su resiliencia.

Jan 23, 2025 - 09:27
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Día Internacional de la Educación: no celebremos, reflexionemos

El 24 de enero marca un momento clave para detenernos y reflexionar sobre el poder transformador de la educación. Este día no es solo una fecha para celebraciones, sino una oportunidad para mirar de cerca nuestras propias trayectorias de aprendizaje y cuestionar los sistemas educativos que hemos construido y que hoy enfrentan retos monumentales.

La educación, lejos de tener respuestas o caminos únicos, ofrece una multiplicidad de posibilidades. Todos hemos sido estudiantes alguna vez, y este día puede ser un viaje a esos momentos que moldearon nuestras vidas: las lecciones que recordamos, las personas que nos inspiraron y las dificultades que nos empujaron a ser mejores. ¿Qué nos enseña recordar esos procesos sobre el sistema educativo que necesitamos hoy?

Este 24 de enero también debe ser un llamado a la empatía, una invitación a comprender las realidades de las comunidades escolares, muchas veces invisibles en su resiliencia y en los silencios que esconden sus luchas cotidianas. Es un día que expone dos agendas: por un lado, la educación que idealizamos y creemos que necesitamos; por otro, la realidad cruda que viven las escuelas en cada rincón del país. Entre lo deseado y lo real hay un abismo que debemos enfrentar con urgencia y acción.

No podemos ignorar que quienes toman decisiones en materia educativa a menudo están rodeados de personas e ideas que generan una ceguera y sordera incomprensibles ante las necesidades reales del sistema. Este 24 de enero debe ser un recordatorio contundente de que el sistema educativo, tanto a nivel nacional como local, sigue sin responder a las expectativas más básicas. Si no depositamos altas expectativas en nuestros estudiantes hoy, estaremos condenando su futuro y, con ello, el nuestro.

La educación tiene el potencial de dotar a las personas y comunidades con las herramientas necesarias para navegar y transformar los retos actuales, desde el cambio climático hasta los avances tecnológicos. Sin embargo, enfrentamos un “tsunami” de dificultades: crisis de salud mental, deterioro ambiental y un rezago alarmante en aprendizajes indispensables. Estos desafíos exigen sistemas de aprendizaje abiertos, flexibles y adaptativos, que dejen atrás la rigidez burocrática que tanto nos frena.

Hoy están inscritos, según datos oficiales de la Secretaría de Educación Pública Federal, 32 millones 932 mil 384 niñas, niños y jóvenes (3-17 años). Se están cocinando hoy en las aulas —ya sean abiertas, cerradas, equipadas, sin agua, alejadas, con tecnología, sin docentes, con embarazos, con abandono, con apoyo, olvidadas, en donde sea y como sea— más de 32 millones de sueños, proyectos e historias que suceden a pesar de todo.

El Día Internacional de la Educación no es ya solo una fecha en el calendario, es y debe ser un pretexto para reflexionar y actuar. Reflexionar sobre el poder de la educación para transformar vidas y comunidades, y actuar para seguir sumando esfuerzos y que se construyan con mucho más compromiso los sistemas educativos que realmente respondan a las necesidades del presente y del futuro. Este día nos recuerda que la educación no puede ser una simple aspiración; debe ser una prioridad tangible y una herramienta efectiva para el cambio.

No celebremos. Reflexionemos. El cambio se hace en el territorio, no en el escritorio.

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