¿Cómo inició la epidemia de fentanilo? Una historia de marketing sin ética
La epidemia de opioides derivó en una grave crisis con el fentanilo, pero un capítulo poco conocido se encuentra en el uso poco ético del marketing
La disputa más reciente entre Estados Unidos, México y Canadá por la crisis del fentanilo ha sacudido los cimientos de la relación comercial y política en América del Norte. El presidente Donald Trump amenazó con imponer aranceles de 25% a México y Canadá, acusando a ambas naciones de la crisis de consumo de opioides que sufre Estados Unidos. Pero la realidad es mucho más compleja.
La epidemia de consumo de opioides derivó en una grave crisis con el fentanilo, pero un capítulo poco conocido de su origen se encuentra en el uso poco ético de una campaña de marketing. Al combinar múltiples factores —desde intereses farmacéuticos hasta la creciente demanda de opioides—, este es uno de los problemas de salud pública más graves para los estadounidenses.
El fenómeno coloca en el centro de la discusión la responsabilidad de las grandes farmacéuticas, la ética en el marketing médico y las implicaciones que tuvo (y sigue teniendo) la agresiva comercialización de analgésicos opioides como el OxyContin desarrollado por Purdue Pharma.
¿De qué tamaño es la crisis de fentanilo en Estados Unidos?
El término “epidemia de fentanilo” no es exagerado. De acuerdo con autoridades federales, se estima que la crisis de los opioides ha causado más de 500,000 muertes por sobredosis en las últimas dos décadas en Estados Unidos. En la actualidad, el fentanilo —un opioide sintético hasta 50 veces más potente que la heroína— se ha convertido en el principal responsable de los casos de sobredosis fatales. Su potencia y relativo bajo costo lo han vuelto popular en el mercado ilícito, exacerbando la crisis de salud pública.
El consumo de opioides en Estados Unidos ha experimentado un crecimiento alarmante en los últimos años, con consecuencias devastadoras. De acuerdo con datos de la Oficina de la Política Nacional para el Control de Drogas (ONDCP), en 2021, se registraron 80,411 muertes por sobredosis de opioides; el fentanilo, un opioide sintético extremadamente potente, fue responsable de 70,601 de estas muertes en aquel año.
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El impacto económico de la epidemia de opioides es significativo. La ONDCP reporta que en 2023, el gasto federal en control de drogas alcanzó los 44.2 mil millones de dólares, con una solicitud de presupuesto ligeramente superior para 2025. Aproximadamente la mitad de este presupuesto se destina al tratamiento de trastornos por uso de sustancias.
A pesar de los esfuerzos para reducir el uso no médico de opioides recetados, en 2023 se estimó que 8.9 millones de personas en Estados Unidos los usaron con fines no médicos. Los estados más afectados por las muertes por sobredosis de opioides son Virginia Occidental, Delaware y Tennessee.
En el centro de esta situación está la demanda insaciable de opioides en territorio estadounidense y, a su vez, el flujo de opioides sintéticos que llegan, entre otros canales, a través de la frontera con México.
El fentanilo puede sintetizarse en laboratorios clandestinos a un costo reducido y con relativa facilidad para su transporte. Ante las exigencias de mayor control migratorio y antidrogas, Donald Trump amenazó con imponer aranceles a México y Canadá, alegando que ambas naciones no hacían lo suficiente para contener la llegada de esta droga. Así, la epidemia de fentanilo se convirtió en un tema de seguridad nacional y de tensiones comerciales.
¿Cómo inició la crisis de fentanilo en Estados Unidos? El caso OxyContin
El fenómeno no brotó de la noche a la mañana, sino que se vincula estrechamente con el pasado reciente de la industria farmacéutica y su agresiva comercialización de opioides recetados, principal puerta de entrada a una adicción que luego evoluciona hacia sustancias más potentes como el fentanilo.
Para comprender las raíces de la crisis actual, es imprescindible remontarnos al escándalo del OxyContin. Este analgésico, lanzado al mercado en 1995, fue presentado como un fármaco de “liberación prolongada” a base de oxicodona (un opioide) que, supuestamente, controlaba el dolor durante 12 horas. El laboratorio detrás de su comercialización fue Purdue Pharma, controlado por la familia Sackler. Ellos no fueron los únicos en fabricar opioides, pero sí pioneros en el mercadeo masivo de estos fármacos con tácticas agresivas de marketing para convencer a médicos y pacientes de que su uso era seguro y prácticamente no adictivo.
La familia Sackler y el marketing médico
La historia de esta familia se remonta a la primera mitad del siglo XX, cuando Arthur, Mortimer y Raymond Sackler hicieron fortuna a partir del marketing médico. Compraron la farmacéutica Purdue Pharma a mediados de siglo y la transformaron en una máquina de generar ganancias. Durante la década de 1960, contribuyeron también a la difusión masiva de tranquilizantes como Valium y Librium, en colaboración con laboratorios como Roche y con el respaldo de agencias de publicidad de las que eran dueños.
La estrategia era clara: se basaba en visitas de representantes médicos, artículos científicos pagados o papers académicos cuya información fue tergiversada, anuncios en prestigiosas revistas, sobornos e incluso ofrecimientos de trabajo en la empresa para funcionarios de la FDA. Con esas tácticas, Arthur Sackler, el patriarca, sentó las bases de un marketing médico carente de ética que más adelante se vería replicado con OxyContin.
El gran aporte de Purdue Pharma no fue científico; fue un asunto meramente comercial. Antes de lanzar OxyContin, Purdue Pharma había logrado un éxito considerable con MS Contin, una morfina de liberación controlada que permitía a los enfermos terminales permanecer en casa sin necesidad de acudir continuamente al hospital. Aunque se consideró un avance para cuidados paliativos, cuando la patente estuvo cerca de expirar, la empresa decidió reinventarse con un nuevo producto: un analgésico aún más potente que la morfina. Así nació el OxyContin en 1993.
De cómo un marketing sin ética y la corrupción inició una epidemia que cobró la vida de medio millón de personas
Purdue Pharma desplegó todas las armas de la estrategia comercial aprendida en décadas anteriores para promover el OxyContin. La compañía consiguió la aprobación regulatoria proporcionando información incompleta a la FDA; sobornó a funcionarios y engañó a médicos, a quienes se les aseguró que el riesgo de adicción era mínimo. Incluso, Purdue logró un acuerdo con Practice Fusion, software especializado para registros médicos, a partir del cual se alteró el algoritmo, a fin de que se aumentaran las prescripciones de opioides.
La verdad, según se desprende de documentos internos, es que los ensayos clínicos demostraron que los sujetos de investigación necesitaban incrementar la dosis para paliar el dolor, lo que desencadenaba tolerancia y mayor dependencia o adicción.
La agresiva estrategia publicitaria en el sector llevó a miles de médicos a recetar OxyContin incluso para dolores leves o moderados, y se crearon “clínicas del dolor” que prácticamente lo distribuían sin control. Como resultado, la adicción se propagó, las farmacias fueron asaltadas y aparecieron redes de traficantes que compraban masivamente recetas.
El desenlace: más de 1,500 demandas cayeron sobre Purdue, lo que llevó a la empresa a declararse en quiebra en Estados Unidos, lo que permitió que la compañía detuviera todos los procesos legales en su contra. Aunque algunos estados lograron acuerdos millonarios, la familia Sackler no fue a la cárcel.
Durante los últimos días de enero, el fiscal general de Virginia anunció un acuerdo de 7,400 millones de dólares con el fabricante de Oxycontin por “alimentar” la crisis de los opioides.
La historia de la crisis de los opioides muestra que la forma en que se promociona un medicamento es casi tan importante como el fármaco mismo. Purdue y otras compañías exageraron los beneficios de los opioides y minimizaron su potencial adictivo. Desarrollaron un marketing agresivo que incluía la formación de “alianzas” con organizaciones médicas y la manipulación de investigaciones científicas.
¿De qué manera la crisis de opioides se extendió al fentanilo?
La crisis de opioides en Estados Unidos, impulsada primero por la explosión de recetas de fármacos como el OxyContin, derivó en un gran número de personas adictas que, al no poder costear las dosis o toparse con restricciones cada vez mayores, comenzaron a buscar alternativas. Fue entonces cuando el fentanilo apareció como sustituto ilegal, sintetizado en laboratorios clandestinos fuera del territorio estadounidense.
Su potencia extrema (puede ser decenas de veces más fuerte que la heroína) y su bajo costo de producción y transporte lo convirtieron en la droga preferida de los cárteles y traficantes.
El mercado negro se expandió, causando una escalada en las muertes por sobredosis. De ahí que la situación se convirtiera en la “epidemia de fentanilo” actual, con un gran componente transfronterizo: mientras la demanda viene de Estados Unidos, la producción o el tránsito pasan, en buena medida, por México.
Y es en esta demanda que entra la participación de los cárteles mexicanos, principalmente el Cártel de Sinaloa, quienes han encontrado una vía muy lucrativa en el trasiego de fentanilo.
¿Cuánto cuesta el fentanilo?
El fentanilo es la droga más lucrativa para las organizaciones criminales. De acuerdo con información de inteligencia militar, disponible en la base de datos del Ejército Mexicano, antes SEDENA, la cual fue hackeada por el grupo Guacamaya, el fentanilo ofrece ganancias exponencialmente mayores comparadas con otras sustancias.
Por cada kilogramo de pastillas de fentanilo, cuyo proceso de elaboración lleva apenas un par de horas, se pueden generar utilidades de alrededor de 296,000 dólares en Los Ángeles, California. Esto contrasta radicalmente con los márgenes de droga tradicionales como la marihuana, la cocaína o la heroína, que aun cuando pueden reportar beneficios importantes (por ejemplo, la heroína brinda unos 36,000 dólares de utilidad en el mismo mercado), quedan muy por debajo de las sumas que aporta el fentanilo.
Una de las principales razones de esta enorme brecha en ganancias radica en la sencillez y rapidez del proceso de producción de las pastillas de fentanilo, que apenas requiere unas horas, frente a los meses que toma el cultivo o refinado de sustancias como marihuana, cocaína o heroína. Además, la demanda creciente y su altísima potencia (es decenas de veces más fuerte que la heroína) permiten a los traficantes colocar cada kilogramo de fentanilo a un precio mucho mayor en ciudades estadounidenses de alto consumo.
De los consultorios a los aranceles
La posición de Trump de imponer aranceles a México y Canadá se fundamentó en la necesidad de frenar la producción y el tráfico de fentanilo, pese a que, en muchos casos, la droga se manufactura con precursores que ingresan desde otros continentes.
El trayecto que llevó a Estados Unidos a la crisis de los opioides —y posteriormente a la epidemia del fentanilo— está plagado de matices: marketing agresivo, vacíos regulatorios y una cultura que ve la medicación como respuesta automática al dolor. Desde la invención de OxyContin hasta las medidas de presión de la Casa Blanca a México y Canadá, la historia revela cómo un producto farmacológico puede trastocar la salud pública, la ética empresarial e incluso las relaciones diplomáticas y poner en jaque la relación comercial de norteamérica.
¿Qué es el fentanilo?
El fentanilo es un opioide sintético utilizado en el ámbito médico para el manejo del dolor agudo o crónico, en especial cuando los pacientes presentan resistencia a otros analgésicos como la morfina. Se desarrolló en la década de 1960 como una alternativa más potente y de acción relativamente rápida. Sin embargo, su potencia supera hasta 50 veces a la heroína y puede llegar a ser 100 veces más fuerte que la morfina, dependiendo de la forma en que se administre.
¿De qué está hecho el fentanilo?
El fentanilo, en su composición química básica, se clasifica dentro de los opioides. Esta familia de sustancias incluye desde la morfina y la heroína hasta medicamentos sintéticos de última generación. ¿Cómo se hace el fentanilo? Técnicamente, se obtiene a partir de la modificación de compuestos que actúan en los receptores opioides del sistema nervioso, especialmente en el cerebro. Dichos receptores regulan la percepción del dolor y las respuestas del cuerpo al estrés.
- Composición molecular: El fentanilo contiene cadenas estructurales similares a las de otros opioides, pero con variaciones que aumentan su afinidad por los receptores cerebrales.
- Potencia y pureza: El problema en el mercado ilegal radica en la pureza incierta y en la combinación con adulterantes. Puede haber versiones más potentes (como carfentanilo), empleadas incluso para tranquilizar animales de gran tamaño, que acentúan aún más la toxicidad.
Estos aspectos determinan que la crisis del fentanilo, como parte de la actual epidemia de opioides, resulte aún más compleja de abordar, ya que no siempre se sabe si el producto vendido en las calles es fentanilo puro o contiene otras sustancias aún más dañinas.
¿Cuáles son las características del fentanilo?
Para comprender su potencial destructivo, es crucial analizar las características del fentanilo:
- Elevada potencia: Una cantidad muy pequeña de fentanilo puede producir un efecto analgésico o eufórico considerable. Por eso, se considera que apenas 2 mg (equivalentes a pocos granos de sal) pueden resultar letales en un adulto.
- Rápida acción: El fentanilo se absorbe con rapidez y alcanza pronto los receptores opioides cerebrales. Esto se traduce en efectos analgésicos y sedantes casi inmediatos.
- Formas de presentación: En medicina, puede encontrarse en parches transdérmicos, inyecciones intravenosas o pastillas sublinguales. En el mercado ilegal, suele aparecer como polvo, píldoras falsificadas que imitan medicamentos recetados e incluso mezclado con otros estupefacientes.
- Alto riesgo de sobredosis: Debido a su potencia, un error mínimo en la dosificación puede desencadenar una parada respiratoria. De allí que sea considerado uno de los opioides más peligrosos.
¿Cómo se produce el fentanilo?
A diferencia de drogas naturales como la marihuana u opiáceos tradicionales como el opio y la heroína (que se extraen de la planta de la amapola), el fentanilo es un compuesto enteramente sintético.
- Síntesis química controlada: En los entornos farmacéuticos legítimos, se elabora en laboratorios con estricto cumplimiento de las normas de calidad y seguridad. Esto implica emplear reactivos y procesos químicos para crear la molécula de fentanilo.
- Laboratorios clandestinos: En el mercado ilegal, la síntesis también se realiza en laboratorios clandestinos, pero con poca o nula supervisión técnica. Como resultado, los productos varían en pureza y potencia, incrementando el riesgo de sobredosis.
- Materias primas y precursores: Para sintetizar el fentanilo, se requieren precursores químicos (a menudo provenientes de Asia) que, tras varios pasos de refinamiento, dan lugar al producto final.
Síntomas del fentanilo: ¿cuáles son los signos de consumo?
La detección temprana de un posible consumo es vital para prevenir complicaciones graves. Los síntomas del fentanilo pueden variar de persona a persona, pero comúnmente incluyen:
- Euforia y relajación extrema: La sustancia provoca una intensa sensación de bienestar, similar al subidón de la heroína, aunque mucho más rápida y potencialmente peligrosa.
- Somnolencia y mareos: El individuo puede manifestar una profunda sedación, lo que afecta su capacidad para mantenerse alerta.
- Confusión mental: Alteraciones cognitivas, como la dificultad para concentrarse o responder coherentemente, son frecuentes.
- Depresión respiratoria: Se considera el síntoma más peligroso, ya que puede llevar a una reducción severa de la frecuencia respiratoria y, en última instancia, a la muerte por sobredosis.
- Náuseas o vómitos: Son reacciones comunes del organismo frente al exceso de opioides.
Si sospechas que alguien presenta estos síntomas en un contexto de consumo de fentanilo (o de otros opioides), busca asistencia médica inmediata. El antídoto naloxona puede revertir los efectos de una sobredosis, siempre y cuando se administre con rapidez.
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